Maribel Rodrigo | IDNet Noticias, 27 oct 2016 Las
renuncias de los herederos a cobrar lo que les corresponde tras la
muerte de padres, tíos y otros benefactores se han triplicado durante
estos años de crisis económica y alcanzan ya cifras récord. De
hecho, en 2015 hasta 37.623 personas renunciaron a recoger estos
beneficios, dejando que el dinero fuera a engrosar las arcas públicas,
lo que supone una media de 3.135 renuncias mensuales. El caso sigue en
ascenso, con 24.827 expedientes contabilizados hasta finales de agosto,
según datos provisionales del Consejo General del Notariado.
¿Cómo se
explica este supuesto desinterés por heredar, cuando la crisis sigue
sacudiendo los bolsillos de los particulares?
Los españoles temen que aceptar una herencia les salga caro, y no les falta razón. Si las
deudas del finado superan el patrimonio que ha dejado o no pueden pagar
los impuestos, los herederos tendrán que poner dinero de su bolsillo.
Aunque
la Constitución proclama que todos los españoles somos iguales ante la
ley… esto no parece tan claro cuando toca pagar a Hacienda. Pocos impuestos generan un sentimiento tan grande de agravio como el de Sucesiones y Donaciones
(lo que se paga por aceptar la herencia de un familiar difunto y
recibir dinero de un pariente vivo), que puede multiplicarse según en
qué región vivas. De hecho, la diferencia llega a ser tan grande que
algunos herederos incluso cambian de lugar de residencia a la hora de
heredar para ahorrarse un dinero.
La
diferencia de una región a otra puede ser de varios miles de euros
porque este tributo está cedido por el Estado a las autonomías y cada
una lo gestiona a su gusto. Andalucía es una de las comunidades
autónomas peor paradas. El Gobierno regional ha aprovechado su capacidad
normativa para aplicar una factura fiscal superior al del resto.
Así, por ejemplo, un hijo soltero mayor de 21 años que hereda de sus
padres bienes estimados en 800.000 euros, de los que 200.000
corresponden al valor de la vivienda habitual, deberá pagar a la
Consejería de Hacienda 164.049 euros en Andalucía, 100 veces más que si
viviera en Madrid, en cuyo caso deberá pagar 1.586 euros.
El
quebranto económico es tal que, en ocasiones, los herederos se ven en
la necesidad de vender los bienes recibidos para cumplir con el fisco.
Esta situación, aparte de producir disputas entre los hijos (que no
siempre quieren hacer lo mismo con la herencia recibida), ha dado lugar
al florecimiento de un tipo de oportunista que busca gangas en el
mercado.
Ante esta situación, muchos
herederos prefieren renunciar para evitarse líos. Y los gestores de las
arcas públicas, encantados. Una salida sencilla, pero poco inteligente.
Los herederos deberían saber que tanto la aceptación de la herencia
como la renuncia son irrevocables. Al encontrarse en la tesitura de si
aceptar les saldrá a cuenta, lo 1º que conviene a los herederos es
hacer unas cuentas sencillas, ver la liquidez y las cargas hipotecarias
de lo que se va a heredar y comprobar si serán capaces de ponerse de
acuerdo sobre qué hacer con lo heredado.
En 2º lugar, enterarse de
cuál es el impuesto de Sucesiones y Donaciones en su autonomía.
Recordar además que se puede aceptar una herencia de 2 maneras distintas: pura y simplemente o a beneficio de inventario.
Esta 2º formula evita la confusión de los patrimonios del
fallecido y del heredero, de manera que éste sólo responderá de las
deudas de la herencia con los bienes que reciba por ella, quedando sus
bienes al margen de posibles deudas ‘heredadas’.
Una solución sencilla y sensata, pero bastante desconocida. Habría que preguntarse el porqué.
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