Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. En el caso del matrimonio y el divorcio, algunas personas tropiezan 2, 3 y hasta 8 veces.
Y no con una piedra sino con una montaña entera de bodorrios con
banquete, rupturas con lágrimas y abogados. ¿Quién no conoce las
vicisitudes sentimentales de Isabel Preysler? ¿Qué les pasa a estas
personas? ¿Por qué se someten y nos someten a este 'looping' emocional?
Estos
comportamientos huelen a neurosis, esa tendencia tan humana a repetir
una y otra vez la misma conducta esperando que el resultado sea
diferente. Mi compañera de piso de estudiante y flamante psicóloga en
Beverly Hills sostiene que la 1ª vez se casó con un hombre igualito
que su padre y la 2ª con una fotocopia emocional de su madre.
Ahora, con su 3ª marido, afirma haber superado sus problemas
infantiles aunque reconoce que cada divorcio es como "un accidente de
tráfico emocional".
La agenda inconsciente nos pasa factura.
Otro
refrán afirma que una mancha de mora con otra se quita pero la
estadística no avala esta hipótesis frutal. En Estados Unidos, la mitad
de las 1ª uniones se separa; esta cifra asciende a un 67% en los
reincidentes y a un 74% en los de 3ª nupcias. Los esposos no sólo no aprenden de los errores del pasado sino que experimentan una menor tolerancia.
La explicación de los sociólogos y economistas es que que nunca se empieza de cero:
hay hijos de anteriores relaciones a los que hay que integrar en la
nueva situación; economías mermadas por los acuerdos del divorcio o
interferencias de los ex que no aceptan la situación. Las 2ª nupcias han de enfrentarse a situaciones más complejas.
Perfil del reincidente
Hay
personas para las que el matrimonio más que un estado civil es el juego
de la oca. Diviértase intentando reconocer su perfil, el de su amigo
casado 3 veces o el famoso a elegir.
El dependiente emocional. Son
personas a las que no les gusta estar solas, se sienten desamparadas.
Creen que sólo en pareja pueden ser felices. Tienen prisa por pasar de
una relación a la siguiente para darse una nueva oportunidad. Les
horroriza el desamor, por eso evitan el duelo que implica la separación y
desplazan los conflictos no resueltos a la siguiente pareja.
Sugerencia: haga una lista de las cualidades que ha de tener una buena
relación y cultívelas 1º en ud mismo. Busque a alguien que se
ajuste a lo que desea, no se conforme con menos.
El idealista del amor.
Persigue una relación perfecta... ¡la definitiva! Persigue un fantasma
que se desvanece cuando está cerca porque las elevadas expectativas
sobre la relación y la otra persona chocan siempre con la realidad. No
tolera la decepción. Sugerencia: asuma que a pesar de los cambios de la
relación se puede ser feliz si sabe ser flexible. Disfrute también de
las diferencias, evite ser exigente si el otro no es todo el tiempo como
ud desea.
El narcisista. Tienen baja
tolerancia a la frustración. Por eso, cuando comienzan las 1ªs
dificultades, piensa en encontrar algo mejor y tantea sus posibilidades.
Estamos en la era del amor líquido, las comidas rápidas y las
soluciones que no compliquen la vida. Si la pareja ya no queda bien en
la foto o no cubre sus necesidades, busca otra. Suelen enredarse en
divorcios difíciles; pasan del hasta que la muerte nos separe a matarse
para separarse. Sugerencia: busque las cosas que su pareja hace para
animarle y recuérdelas en las crisis.
El adicto al amor.
Personas enganchadas a sentir los escalofríos iniciales del
enamoramiento y que, cuando éstos se acaban, pierden el interés y se van
a buscar otra borrachera de felicidad. Niegan el dolor de la ruptura
saltando a por un chute de nuevas sensaciones con otra persona.
Sugerencia: necesita ser consciente de cómo se siente y qué necesita.
¿Se atreve a estar 6 meses sin emparejarse?
El miedoso al compromiso. Personalidades
inmaduras que evitan lidiar con las emociones de incertidumbre que
produce estar emparejados; antes de sufrir el dolor de la decepción
prefieren alejarse. Se abandonan abandonando. Sugerencia: en su fuero
interno anhela ser capaz de estabilizarse. Cuando le entren las ganas de
abrir la puerta y salir corriendo dese media vuelta y diga ¡hablemos!
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