El país nórdico es un modelo de sociedad avanzada. Pero también sufre
elevadas tasas de suicidios, homicidios y violencia de género. El
alcohol, clave en las relaciones sociales, explica más de la mitad de
los casos.
Existe una doble moral en Finlandia: está bien que bebas cada fin de
semana y, si no lo haces, no eres un auténtico hombre. Cuando en un
grupo alguien no bebe, recibirá las presiones del resto. Eso sí, cuando
esa persona empiece a sufrir problemas serios con el alcohol, llegará el
estigma, la gente lo señalará como un perdedor y los mismos que le
animaron a emborracharse rechazarán que la sociedad pague su
tratamiento.
En los últimos años, Finlandia se ha alzado como un referente de lo que
debería ser un país moderno, con políticas honradas y servicios de
calidad para el pueblo... Pero esta fachada real esconde un lado menos
amable: sus tasas de suicidios, homicidios y violencia de género se
encuentran entre las más elevadas del mundo. El denominador común,
presente en más de la mitad de los casos, es el abuso del alcohol.
El factor principal de esta afición a la bebida es la búsqueda de la
desinhibición, la ruptura con las barreras emocionales propias del
carácter finlandés. En este país se hace apología de la autosuficiencia.
«Hay muchos hombres que maltratan a sus mujeres en casa. Todo el
vecindario estará al corriente, pero nadie hará nada», relata Mari
Hietala, terapista ocupacional.
También hay factores externos. La ubicación geográfica, las bajas
temperaturas y la falta de luz solar afectan al estado de ánimo de la
población. Allí sufren inviernos helados que transcurren lentamente sin
llegar a percibir la luz del sol: hasta 51 días seguidos de oscuridad en
el extremo Norte y temperaturas mínimas de 40 grados bajo cero.
«Tenemos una fuerte tradición de beber los sábados», dice Antti Maunu,
experto de una asociación contra el alcoholismo. «Si haces bien tu
trabajo y cuidas de tu familia, entonces te has ganado un buen trago.
Esto significa que beber se convierte, casi por definición, en algo que
debe denotar respeto y madurez».
Alrededor del 25% de los pacientes de los hospitales acaban allí por
problemas con el alcohol. El gasto directo alcanza los 6.000 millones de
euros al año, y, si se le añaden costes indirectos la suma asciende a
los 10.000 millones. La cifra cobra su verdadera dimensión al compararla
con el presupuesto del país: 50.000 millones. El gran reto de Finlandia
es invertir en prevención al mismo tiempo que se trata a los enfermos
que ya sufren las secuelas del abuso del alcohol. Es una decisión
compleja, pues requiere esperar 15 años para cosechar los primeros
resultados. Con la crisis, los recortes suelen empezar por las áreas
especializadas en alcoholismo. La justificación es sencilla: la culpa es
de quienes tienen esos problemas.
«Espero que la gente empiece a entender que siempre hay esperanza», dice
Kaarlo Simojoki, experto de la A-Clinic Fundation. «Siempre hay
posibilidades de un cambio. No debemos bajar los brazos y decir que no
se puede hacer nada. No es cierto, hay mucho por hacer y debemos hacerlo
juntos».
Nota: Al articulo le falta destacar el nº de divorcios que se producen anualmente y sus causas.
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