sábado, 30 de julio de 2016

Llega el mes de agosto: playa, chiringuito... y divorcio

Casi 1/3 de las 125.000 demandas de separación y divorcio que se interponen cada año en España se producen inmediatamente después de las vacaciones de verano. Los expertos explican que durante el año la falta de tiempo impide comunicarse a muchas parejas y cuando llegan las vacaciones "no saben como hacerlo" y los problemas "estallan".
Las bicicletas son para el verano... y los divorcios también. Según apuntan las estadísticas oficiales, de las casi 125.000 demandas de divorcio que se presentaron el pasado año 2015 en España más de 1/3, 35.000, fueron en el último trimestre del año, tras las vacaciones, y casi todas ellas en el mes de septiembre.
Los datos lo dejan claro y ya no sorprenden a los expertos porque es un comportamiento que se repite cada año. “La explicación es relativamente sencilla: Las rupturas se producen justo después del final de las vacaciones, lo que hace pensar que el mayor tiempo de convivencia es lo que lleva a aumentar el número de divorcios. Las vacaciones son, por tanto, el momento en el que más  pesan los problemas latentes en el matrimonio", explica Mª Teresa López López, de Acción Familiar y catedrática de la Universidad Complutense de Madrid. 
Expectativas que no se cumplen
Otros expertos comentan que con  la llegada de las vacaciones "creemos que vamos a tener más tiempo para comunicarnos y mantener relaciones sexuales y fijamos en este sentido unas expectativas muy altas y, cuando no se cumplen, la situación se vuelve más frustrante y empeora".
Se supone que las vacaciones son una época de relajación en la que se propician los momentos de ocio, relax y tiempo libre, y tenemos más tiempo para compartir y estar unidos. Estas características que, en principio, pueden parecer positivas y agradables para cualquiera, se pueden volver negativas para parejas que ya estaban padeciendo malentendidos a lo largo del año. 
Cambio de rutina... y caos
Hay que tener en cuenta que muchas parejas, sobre todo las que poseen una relación estable, casadas y con niños, establecen una rutina a lo largo del invierno en la que los roles están muy bien definidos. Como por ejemplo, las tareas domésticas, el cuidado de los hijos y los trabajos de cada miembro, requieren una organización de tiempos y horarios para que todo marche adecuadamente. 
Insatisfacción y falta de comunicación
A menudo, esto repercute en días exhaustos en los que la pareja no tiene tiempo ni para hablar, mirarse a la cara, cada uno se dedica a lo suyo y los dos pasan poco tiempo juntos, con lo que las cosas van funcionando porque hay poco tiempo para discutir y/o para llegar a acuerdos. Esto, a la larga, puede provocar muchas insatisfacciones por conflictos sin resolver para ambas partes.
Cuando llegan las vacaciones, la cosa cambia bastante y necesitamos recolocarnos ante la nueva situación, ya que hay más tiempo libre y la pareja puede disfrutar de momentos de ocio y relax. Precisamente, esta nueva rutina es la que puede minar la pareja, que ya venía 'tocada' del resto del año y es que si durante todo el año la comunicación es prácticamente inexistente durante el verano la situación, en vez de arreglarse se agrava. 
Falta de convivencia
Desde luego, este tipo de parejas no han aprendido a vivir con tiempo libre y se dedican a discutir en vez de a disfrutar. En invierno todo iba bien porque se había generado una rutina y había pocas oportunidades para centrarnos en los defectos del otro. Pero el verano es la época ideal para abrir los ojos ante ciertas cosas o para darnos cuenta de muchas otras.
Durante el año, la pareja permanece prácticamente separada y en verano tiene que estar junta, y no saben qué hacer, no tienen el hábito y se generarán discusiones por cualquier tema. Los roles se confunden o se intentan mantener, y por eso no funciona. 
Aprender a convivir y comunicarnos
En este sentido, Mª Teresa López López explica que "tenemos mucha facilidad para comunicarnos a través del móvil, las redes sociales, pero no dedicamos tiempo para hablar con nuestra pareja. Vivimos acelerados y cuando nos paran –por vacaciones– no sabemos utilizar nuestro tiempo y se nos ha olvidado como se comparte". Por eso, explica, "exigimos políticas que nos ayuden a conciliar porque trabajamos mucho y estamos poco con nuestros hijos, pero no nos damos cuenta de que las vacaciones son una magnífica oportunidad para conciliar. No las desperdiciemos".

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