Hoy, con motivo del Día Internacional contra la Violencia contra la Mujer, Lucía Etxebarria (@LaEtxebarria) escribe para MíraLES un estupendo artículo sobre las relaciones tóxicas, cómo detectarlas y cómo salir de ellas. Que lo disfrutéis.
La Audiencia de Cantabria determinó en el año 2010 que los malos tratos de
una mujer a otra no pueden ser calificados como “violencia de género” a
la hora de dictar una condena, aunque la agredida sea su esposa o
pareja, porque el Código Penal reserva esa modalidad agravada para la
violencia de un hombre contra una mujer.
Contestaba
de este modo la Audiencia al Juzgado de lo Penal nº 2 de Santander,
que en el 2009 condenó por violencia de género (art. 153.1 del
Código Penal) a una mujer que había maltratado a su esposa.
En una sentencia que fue aplaudida por asociaciones de homosexuales,
pero que fue criticada por el Gobierno y por otros magistrados y
fiscales especializados en este tipo de delitos.
La Audiencia concluía que, de
acuerdo con la ley, el delito de violencia de género sólo lo puede
cometer un hombre contra una mujer que sea o haya sido su pareja, “de ahí la denominación de violencia de género”.
Con esa salvedad, el tribunal insistía en que, si el autor de la agresión es una mujer, “se aplicará siempre el art.153.2 (violencia doméstica), aunque la víctima sea su esposa o mujer ligada por análoga relación de afectividad”.
Esta sentencia nos deja claro un problema que tienen muchas lesbianas implicadas en una relación tóxica.
El hecho de que, para la sociedad, si una mujer agrede a otra física o
psicológicamente, en realidad no se puede hablar de una agresión, sino
que se trata de “una cosa entre chicas”, “una pelea doméstica”. Algo sin
riesgo ni importancia, en cualquier caso. La idea generalizada que
impera en nuestra sociedad es la de que la violencia en las relaciones
lésbicas es superficial, una conducta desagradable sin mayores
consecuencias.
Esta idea de que la
violencia entre lesbianas es una cuestión sin importancia, una pelea de
patio de colegio, una tremolina trivial en la cual ambas partes
intervienen es falsa y pone en grave peligro a las lesbianas
maltratadas. Es vital que las lesbianas tomen conciencia de que también
pueden ser maltratadas para no banalizar sobre un tema tan serio.
Primero,
tenemos que aclarar qué constituye un maltrato. Una sola agresión, un
solo acto de violencia, no es un maltrato. Es una agresión. El
maltrato es un patrón repetido de violencia, sea física o psicológica,
cuyo resultado es un incremento del control que la agresora ejerce sobre
la agredida.
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