El expreso | 08 de Mayo del 2015 | www.entornointeligente.com
En el contexto
social de América Latina, el 70 % de los niños es directa o indirectamente
afectado por el acoso escolar en las escuelas. En lo que respecta a Ecuador, el
alcance es similar, pues, según la Encuesta Nacional de la Niñez y la
Adolescencia, el 64 % de los menores escolarizados, de entre 8 a 17 años, ha
presenciado peleas entre alumnos; un 57 % ha visto cómo sus amigos destruyen
las cosas de otros, y un 63 % cómo molestan y abusan de aquellos que son
diferentes. La Costa, región en la que recientemente se iniciaron las clases,
tiene el mayor nº de casos de bullying: 6 de cada 10 estudiantes son
víctimas de él. Y posiblemente, consideran 3 expertos de la ciudad, la cifra
irá en aumento; debido a que quienes son hostigados no denuncian. Temen
decírselo a sus padres o maestros por temor, culpa o inseguridad.
Desencadenando una serie de contratiempos que, entre otras cosas, precisa la
psicóloga infantil Evelyn Pérez, altera su conducta y afecta directamente su
rendimiento estudiantil. Sobre todo en materias como Matemáticas y Lectura,
revela una investigación del año 2011, elaborada por la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe. Y no solo eso, pues si antes había indicios de
ello, hoy queda demostrado que las secuelas que dejan las humillaciones, los
insultos, las burlas y los golpes por parte de los compañeros de clase incluso
son peores que las provocadas por el maltrato familiar. Un reciente estudio
publicado en The Lancet Psychiatry lo comprueba. Concluye que las víctimas de
este tipo de agresión son más susceptibles de padecer problemas de salud mental
al llegar al final de la adolescencia que las personas abusadas o vejadas por
adultos en el hogar. Tanto que, según el reporte, son 5 veces más propensas
a desarrollar ansiedad y depresión, y 2 veces más proclives a hacerse daño a
sí mismas que las que fueron maltratadas. Y es que considerando que 1 de cada
3 menores en el mundo reportó ser víctima del acoso escolar, señaló el autor
del análisis Dieter Wolke − de la Universidad de Warwicky − es de vital
importancia que las escuelas y los servicios de salud a nivel global trabajen
en conjunto para detenerlo. "El maltrato es una realidad que se está
incorporando cada vez más y con mayor fuerza a la vida cotidiana. El problema
está en que muchos adultos aún lo ven como algo natural, como el pase para
hacerse mayor", sostiene la psicóloga clínica Carolina Peñafiel,
catedrática universitaria de la ciudad, al hacer hincapié en que este tipo de
comportamientos que no hace distinciones sociales ni de sexo, puede
desencadenar una situación de fracaso escolar, así como la aparición de
trastornos fóbicos de difícil resolución; que en el peor de los casos los
empuja al suicidio. Y aunque parecería que quienes someten a sus pequeños
compañeros a esta tortura lo hacen con malicia, declara la psicóloga clínica
Verónica Baque, en su mayoría los provocadores vienen de un hogar disfuncional,
"en el que sufren y son maltratados(…), en el que agreden para calmar su
dolor". De allí que ambos necesitan ser tratados por igual, porque ambos
son propensos a lastimarse. A matarse en un estado de suma depresión. Por ello,
maestros, padres y quienes hacen las políticas públicas deben tener presente
que lo que pasa en los patios de los centros educativos puede tener
repercusiones a largo plazo en los niños, puntualiza Víctor Hugo Yagual,
catedrático de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil. "En nuestro
país la mayoría de los entes no tienen departamentos de orientación con
profesionales 100 % capacitados, y esa es una de las falencias que evita
tratemos eficientemente el problema, y nos enfoquemos en programas de
prevención".
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