Este fenómeno,
producto en gran medida de la crisis económica y de la precariedad
laboral, permite hacer frente a los gastos que conlleva una vivienda.
Por LAURA CAORSI/23 de marzo de 2015 Son mujeres y hombres adultos con empleo. Muchos son profesionales que se han formado en la universidad (...). También hay padres de familia separados o divorciados. Pero todos tienen más de 30 años y comparten piso.
Su situación es un fenómeno en gran medida producto de la crisis y de la precariedad laboral.
Las razones por las que cada vez más personas mayores de 30 años comparten los gastos de la vivienda y el desafío que supone para ellos (...)
Desde el punto de vista económico, el método es eficaz ya que dividir entre varias personas el importe del alquiler de la casa, las facturas e, incluso, la comida abarata de manera notable el gasto mensual individual.
Es sencillo y no hay secretos: al disminuir el presupuesto en vivienda y alimentación, aumenta el poder adquisitivo en otras áreas y el bolsillo lo agradece. (....)
Padres separados
Algunos padres de familia han hecho visible este fenómeno social, tras la separación o divorcio. Más del 60% de las personas que pasan por esta experiencia no tiene dónde ir. La ley vigente establece que, cuando hay hijos menores, el hogar familiar se reserva para el progenitor que tiene la custodia. La disposición está pensada para proteger a los pequeños, pero tiene consecuencias directas sobre los adultos. En especial, sobre quienes deben marcharse de casa. Las distintas asociaciones de padres separados y de asistencia familiar insisten en este aspecto y denuncian la situación de miles de personas que, con un salario normal, no pueden hacer frente a todas las obligaciones económicas. Además de la pensión para los hijos (y para la expareja si no tiene trabajo), muchos deben pagar la hipoteca o una parte de ella, aunque ya no vivan en el piso. Esos gastos fijos mensuales dejan muy poco margen para afrontar los costes de la vida cotidiana y el alquiler de una vivienda. De ahí que muchas personas en esta situación vivan de nuevo con sus padres o compartan piso (...)
El desafio de la convivencia.
La mayoría de las personas que comparten piso después de los 30 comparten también una idea: la convivencia es el menor de los males. Para algunos, es el modo de emanciparse de sus padres. Para otros, es la manera de no regresar al hogar familiar tras haberse ido. Y hay quienes encuentran en esta vía el único camino para abrirse paso en un país diferente. Lo perciben como un sacrificio más o menos temporal en pos de un objetivo a medio plazo, que es lograr una independencia absoluta, en solitario o en pareja.
La palabra "sacrificio" no está elegida al azar. Más allá de lo sociable y tolerante que pueda ser cada persona y de que se genere cierta amistad con los compañeros de piso, la relación es diferente a la que se da entre personas más jóvenes, como los estudiantes universitarios. Las circunstancias personales cambian, al igual que los motivos, y no es lo mismo afrontar este tipo de convivencia con 20 años, que con 30 o 40. En ocasiones, compartir techo con desconocidos se transforma en un desafío. La diferencia entre la etapa estudiantil y esta se aprecia con claridad en los propios anuncios que se publican con la intención de buscar compañeros de vivienda. Para evitar los fiascos, los conflictos y las pérdidas de tiempo, quienes se lanzan a compartir piso son claros en las condiciones. Se repiten palabras clave: responsabilidad, tranquilidad y respeto; 3 pautas de comportamiento que promueven una convivencia llevadera, en especial cuando la edad y la situación personal tienden a disminuir los niveles de tolerancia.
Por LAURA CAORSI/23 de marzo de 2015 Son mujeres y hombres adultos con empleo. Muchos son profesionales que se han formado en la universidad (...). También hay padres de familia separados o divorciados. Pero todos tienen más de 30 años y comparten piso.
Su situación es un fenómeno en gran medida producto de la crisis y de la precariedad laboral.
Las razones por las que cada vez más personas mayores de 30 años comparten los gastos de la vivienda y el desafío que supone para ellos (...)
Desde el punto de vista económico, el método es eficaz ya que dividir entre varias personas el importe del alquiler de la casa, las facturas e, incluso, la comida abarata de manera notable el gasto mensual individual.
Es sencillo y no hay secretos: al disminuir el presupuesto en vivienda y alimentación, aumenta el poder adquisitivo en otras áreas y el bolsillo lo agradece. (....)
Padres separados
Algunos padres de familia han hecho visible este fenómeno social, tras la separación o divorcio. Más del 60% de las personas que pasan por esta experiencia no tiene dónde ir. La ley vigente establece que, cuando hay hijos menores, el hogar familiar se reserva para el progenitor que tiene la custodia. La disposición está pensada para proteger a los pequeños, pero tiene consecuencias directas sobre los adultos. En especial, sobre quienes deben marcharse de casa. Las distintas asociaciones de padres separados y de asistencia familiar insisten en este aspecto y denuncian la situación de miles de personas que, con un salario normal, no pueden hacer frente a todas las obligaciones económicas. Además de la pensión para los hijos (y para la expareja si no tiene trabajo), muchos deben pagar la hipoteca o una parte de ella, aunque ya no vivan en el piso. Esos gastos fijos mensuales dejan muy poco margen para afrontar los costes de la vida cotidiana y el alquiler de una vivienda. De ahí que muchas personas en esta situación vivan de nuevo con sus padres o compartan piso (...)
El desafio de la convivencia.
La mayoría de las personas que comparten piso después de los 30 comparten también una idea: la convivencia es el menor de los males. Para algunos, es el modo de emanciparse de sus padres. Para otros, es la manera de no regresar al hogar familiar tras haberse ido. Y hay quienes encuentran en esta vía el único camino para abrirse paso en un país diferente. Lo perciben como un sacrificio más o menos temporal en pos de un objetivo a medio plazo, que es lograr una independencia absoluta, en solitario o en pareja.
La palabra "sacrificio" no está elegida al azar. Más allá de lo sociable y tolerante que pueda ser cada persona y de que se genere cierta amistad con los compañeros de piso, la relación es diferente a la que se da entre personas más jóvenes, como los estudiantes universitarios. Las circunstancias personales cambian, al igual que los motivos, y no es lo mismo afrontar este tipo de convivencia con 20 años, que con 30 o 40. En ocasiones, compartir techo con desconocidos se transforma en un desafío. La diferencia entre la etapa estudiantil y esta se aprecia con claridad en los propios anuncios que se publican con la intención de buscar compañeros de vivienda. Para evitar los fiascos, los conflictos y las pérdidas de tiempo, quienes se lanzan a compartir piso son claros en las condiciones. Se repiten palabras clave: responsabilidad, tranquilidad y respeto; 3 pautas de comportamiento que promueven una convivencia llevadera, en especial cuando la edad y la situación personal tienden a disminuir los niveles de tolerancia.
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