Los
datos del Poder Judicial referidos a 2014 confirman la tendencia que
desde hace años siguen las familias: menos matrimonios, más divorcios y
preferencia por la custodia compartida.
P. Esteban/22
Según las estadísticas que registraron los tribunales superiores de Justicia, el pasado año hubo un total de 7.041 separaciones (2.239 contenciosas y 4.802 consensuadas) y 126.400 divorcios (50.605 contenciosos y 75.795 de mutuo acuerdo). En otras palabras, 133.441 parejas decidieron terminar su vida en común. Y en el caso específico de los divorcios, 2014 registró el máximo repunte del último lustro. Según explica Ana Clara Belío, experta en Derecho de Familia y socia fundadora del despacho ABA Abogadas, hay un factor clave que explica este fenómeno: “El giro jurisprudencial del Tribunal Supremo que viene aceptando la custodia compartida como medida deseable y no como excepcional, que sucedía hasta hace muy poco”.
El Alto Tribunal es consciente del cambio que experimenta la propia sociedad. Desde que hace algunos años la mayor parte de las mujeres se terminó de incorporar al mercado laboral, los horarios de trabajo son ya similares entre ambos progenitores y las propias costumbres sociales se inclinan a una corresponsabilidad parental; “el Supremo se viene manifestando de manera uniforme a favor de que la custodia compartida es una opción completamente normal, y de hecho, ha ido flexibilizando los requisitos para establecer el régimen de custodia compartida”, afirma Belío. “Esto supone un antes y un después” para el derecho de familia porque durante todos estos años se han favorecido las custodias monoparentales, siendo las exclusivamente maternas cerca de un 90%, las compartidas entre el 4 y el 5%; y el resto las compartidas. Y es que con la custodia compartida, “la gente deja de ver el divorcio como un caos económico y no teme tanto sus consecuencias, gracias a los factores que implica, como la alternancia del domicilio”, continúa la abogada.
Por otro lado, es necesario recordar que el verdadero boom de los divorcios llegó en 2005 con la entrada en vigor de la Ley 15/2005 por la que se modificó el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio, que establecía la posibilidad de demandar directamente el divorcio si habían transcurrido 3 meses desde la celebración del matrimonio. “Con esta nueva ley, conocida dejó de ser necesaria la previa separación y los plazos se acortaron muchísimo”, hasta el punto de que dio lugar al término ‘divorcio exprés’ para referirse a la nueva opción de separación de la pareja.
Menos uniones matrimoniales.
Que muchas parejas hacen su vida en común sin contraer matrimonio es otro de los hechos innegables. Según las estadísticas del Poder Judicial, de cada 3 parejas en España 2 son uniones no matrimoniales. La crisis económica ha tenido un claro efecto en este fenómeno por el elevado precio que supone celebrar una boda. Por otro lado, hay un factor sociológico fundamental porque hace años el hecho de contraer matrimonio era un símbolo de estatus social que ha ido perdiendo fuerza en la actualidad.
Además, el propio auge de las separaciones ha influido en gran medida porque muchas personas rehacen su vida después de divorciarse y tras pasar por un proceso judicial deciden mantener una relación no matrimonial.
Fuerte incremento del "Mutuo Acuerdo".
Es un síntoma de madurez social. Durante los años de crisis se han multiplicado los mutuos acuerdos en todos los tipos de procesos judiciales: divorcios, separaciones, modificaciones de medidas, en los divorcios, uniones no matrimoniales. Los juicios contenciosos son mucho más caros y largos. Intervienen 4 profesionales, 2 abogados y 2 procuradores. Además, afirma Ana Clara Belío, “la gente se da cuenta de que siempre es mejor ir a fórmulas consensuadas que entrar en contenciosos y eso es un síntoma de que somos más maduros, y entendemos que es de sentido común ponernos de acuerdo”.
Los procesos de mutuo acuerdo están íntimamente relacionados con la mayor tendencia a la corresponsabilidad parental. Cada vez son más habituales las fórmulas compartidas entre los progenitores, que aunque no alcanzan el 50%, han supuesto una implicación más equilibrada entre madres y padres.
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