El marco ideal para los niños y adolescentes es la
familia estructurada y estable, y por ello, el dimensionamiento de las
responsabilidades que implica formar una familia es un tema que tiene
que plantearse la pareja con madurez antes de casarse, o antes de tener
hijos. Cuando el matrimonio se rompe, la estructura familiar
inevitablemente se rompe en alguna medida, y las condiciones para el
sano desarrollo de los hijos ya no son las más favorables.
Pero ello no significa que las nuevas condiciones tengan que ser
desfavorables, pues no es necesariamente el hecho de compartir el mismo
techo lo que crea esas condiciones óptimas, sino la estabilidad del
ambiente y el consenso mutuo en todo lo que se refiera a su bienestar:
atención afectiva de ambos, un hogar propio y permanente (aunque sea
incompleto) y un modelo educativo definido y sin dualidad.
Si esto
existe dentro de la estructura familiar formal, es lo ideal, pero si no
es así, es preferible que exista todo esto en una familia incompleta, a
que no exista en una familia completa, pues en el 1º caso el fracaso
es solo de pareja; en el 2º es de la familia.
Lamentablemente, y aunque es perfectamente factible, en nuestra cultura
no es tan fácil entender que una ruptura de pareja sea compatible con
cualquier tipo de consenso.
Al contrario, una ruptura matrimonial, que
debería ser el principio de la paz, suele convertirse en una declaración
formal de la guerra que ya se había iniciado antes.
Tras el divorcio frecuentemente sucede que, junto con la casa, vehículos
u otras propiedades, los hijos también se convierten en objeto de
disputa por su tutela así como en receptores de todo tipo de comentarios
y manipulaciones con que cada excónyuge trata de ganarse su afecto en
exclusiva, desacreditando y boicoteando cualquier iniciativa de la otra
parte.
Es preferible para los hijos un mínimo de estabilidad en un hogar, aun
cuando la otra parte tenga que renunciar a ellos, que ser objeto de este
tipo de disputas. Tómese el ejemplo de la actitud de la verdadera madre
en el relato bíblico del Juicio de Salomón.
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