MARÍA ÁLVAREZ/24.11.2014
Aunque los miembros de la pareja superen el trauma de la separación, no
hay que olvidar que muchas tienen hijos a los que una ruptura tardía
también incumbe de modo especial.
¿Hasta qué punto puede afectar a unos hijos que ya están en la edad adulta?
Para los hijos adultos de un matrimonio que supera los 60 años, enfrentarse a la separación de los padres es, a veces, mucho más duro que para los niños pequeños, porque la ruptura modifica todos los lazos que se habían establecido a lo largo de los años. Si la relación era mala, la separación se ve como una liberación, pero para muchos hijos supone su transformación en árbitros porque sus padres y madres los involucran en su particular batalla. Es relativamente frecuente que uno de los miembros de la pareja hable a los hijos e hijas de todas las transgresiones del otro cónyuge, algo que puede originar un grave daño en los hijos. Como en el caso de los pequeños de corta edad, los hijos adultos tienen sentimientos confusos, de tristeza y de enfado con sus progenitores e, incluso, se culpan de la separación y piensan que no han actuado como deberían haberlo hecho.
Un hijo adulto de padres divorciados experimenta también una sensación de abandono por parte de sus padres y puede llegar a creer que ya no le tienen en cuenta. Ello se debe a la propia situación de los padres respecto a sus sentimientos y su vivencia, que redunda en una pobreza de comunicación con sus hijos y que durante un tiempo no suele ser demasiado directa. Asimismo, si uno de los progenitores rehace su vida con otra pareja, los hijos suelen rechazarla y se despierta la rivalidad.
Los hijos deben actuar con prudencia y no entrometerse en la vida de los padres, aunque tampoco desentenderse de sus problemas.
Por ello, es importante que sigan una serie de pautas:
¿Hasta qué punto puede afectar a unos hijos que ya están en la edad adulta?
Para los hijos adultos de un matrimonio que supera los 60 años, enfrentarse a la separación de los padres es, a veces, mucho más duro que para los niños pequeños, porque la ruptura modifica todos los lazos que se habían establecido a lo largo de los años. Si la relación era mala, la separación se ve como una liberación, pero para muchos hijos supone su transformación en árbitros porque sus padres y madres los involucran en su particular batalla. Es relativamente frecuente que uno de los miembros de la pareja hable a los hijos e hijas de todas las transgresiones del otro cónyuge, algo que puede originar un grave daño en los hijos. Como en el caso de los pequeños de corta edad, los hijos adultos tienen sentimientos confusos, de tristeza y de enfado con sus progenitores e, incluso, se culpan de la separación y piensan que no han actuado como deberían haberlo hecho.
Un hijo adulto de padres divorciados experimenta también una sensación de abandono por parte de sus padres y puede llegar a creer que ya no le tienen en cuenta. Ello se debe a la propia situación de los padres respecto a sus sentimientos y su vivencia, que redunda en una pobreza de comunicación con sus hijos y que durante un tiempo no suele ser demasiado directa. Asimismo, si uno de los progenitores rehace su vida con otra pareja, los hijos suelen rechazarla y se despierta la rivalidad.
Los hijos deben actuar con prudencia y no entrometerse en la vida de los padres, aunque tampoco desentenderse de sus problemas.
Por ello, es importante que sigan una serie de pautas:
-
Todos los hijos de la pareja deben adoptar una línea de actuación común en respuesta al divorcio entre sus padres.
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Deben ayudar a sus padres a simplificar los conflictos y acercar
posiciones. Es posible que hablando entre ellos de una manera seria
comiencen a lograr un nuevo afecto y respeto por sus hijos.
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Los hijos deben interponerse contra la violencia y el abuso.
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