Fuente: www.imujer.com/12/09/2014
Las cifras de divorcios cada día
aumentan, existiendo casos en los que ciertas regiones o países
superan las cuotas de divorcios a las de casamientos.
Una peculiar revolución cada día más en auge a juzgar por ciertas cifras, y cuyas claves vamos a
analizar en este artículo que plantea el por qué hay tantos divorcios en los
últimos años.
Divorcios: Ego y libertad
Más de medio millón de matrimonios se rompieron durante
la última década. En España, por ejemplo, existe 1
divorcio cada 4`30¨, mientras en EE.UU. un 50%
de estas uniones se rompen. Algo lleva sucediendo durante estos últimos
años en los que el divorcio muestra la otra cara de los cuentos de hadas y la
concepción del “juntos para siempre”.
En 1º lugar existe la liberación
de la mujer en el sector laboral, lo cual le permite mantener una independencia económica ligada a un estilo de vida auto
suficiente como soltera, viuda o divorciada. Este fenómeno, lejos de ser
malo, rompe con la antigua imagen de mujer sumisa que soportaba infidelidades,
malos tratos o que, simplemente, no estaba enamorada de un marido del que
dependía económicamente y con el que había sido emparejada casi a la fuerza.
Este cambio tuvo lugar hace unos 40 años en Occidente, mientras que en los
últimos años comienza a sucederse en países como India o China.
Vivimos en un mundo que cada vez ofrece
más oportunidades personales, modos de conocer otras personas y tipos de
relación. Todo ello por no hablar de la independencia laboral y económica o
fiebres como las redes sociales (un 66% de las parejas que rompieron en USA fue
debido a las redes sociales).
Todos estos matices permiten a la persona cultivar su
ego, aspirar a algo por y para él mismo. También todo
es más fácil, por lo que nos cansamos enseguida sabiendo que existen
otras rápidas posibilidades, conformando un cierto patrón que mucho han
calificado como una gran crisis de valores.
Una humilde opinión
Antes, las personas se casaban con otras por
presión social, tradición familiar o dependencia económica. Hoy día quizás aún sobrevivan tales valores pero en menor medida, creyendo
que las personas se casan por amor pero… ¿y si es por miedo? ¿Y si el miedo a
perder esa zona de confort nos lleva a comprometer un vínculo? ¿Por qué tantas parejas mantienen un noviazgo de 10 años para
separarse un año después de haber contraído matrimonio?
La respuesta es muy sencilla: porque
nos aburrimos, porque somos ambiciosos y porque la concepción del amor para
muchos es confundida con dependencia emocional, posesión y celos. Un
miedo que, sumado al pavor que nos produce la
soledad, equivale a un matrimonio aún más agobiante, pues luego también creemos pensar que debemos tener hijos para “arreglar” esos problemas
de pareja. Todo esto sin generalizar por supuesto.
Nos dejarnos conquistar por un mundo colmado de deseos,
de nuevos sabores, experiencias, personas y ambiciones llevándonos a una
situación en la que priman la libertad y el inconformismo por igual. Y, como alguien dijo una vez, en lugar de arreglar algo
roto, preferimos tirarlo.
La razón por la que hay tantos
divorcios en el siglo XXI va desde la independencia económica de la mujer hasta la autonomía
para elegir pareja, pasando por los recientes divorcios en grandes
potencias asiáticas, lo cual equivale a doblar las cifras globales.
Sin embargo, hay algo que aún se mantiene oculto tras
tanta decepción y desamor, unos patrones quizás obsoletos para unas mentes
ansiosas que quizás no se han replanteado diseñar una propia relación donde
primen nuevos valores. Sólo entonces existirá un equilibrio.
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