sábado, 8 de febrero de 2014

El Clínico sigue detectando cada mes un caso de maltrato infantil

  

Se registran 15 anuales en el hospital compostelano // Pese a los años, no se consigue que este delito descienda // El jefe de la UCI Pediátrica señala que el retrato robot de los responsables responde a un padre no biológico que vuelca sus frustraciones contra el chico.

J. E. • SANTIAGO   | local@elcorreogallego.es |15.08.2009 

"El maltrato es el gran mal de nuestra civilización incivilizada", dice José María Martinón, jefe del Servicio de Críticos y Urgencias Pediátricas del CHUS. Y es que "cada mes se trata en el hospital Clínico de Compostela 1 caso de un niño maltratado", y esta estadística "no baja".
El CHUS recibe una media de 15 casos de sospecha de abuso o daño infantil al año, de los que se confirma el 70 % de los casos.
Los responsables de este maltrato suelen darse "en núcleos familiares monoparentales o relaciones de pareja tensas e inestables", y es más habitual en "niveles socioeconómicos más deficitarios". Pero el doctor Martinón hace notar que "últimamente se está viendo con más frecuencia en los padres no biológicos, en 2º matrimonios de las madres. Estos hombres tienen menos arraigo con ese chiquillo y conducen contra él su frustración". 

"Maltratar a un niño es enseñarle justo lo que no debe hacer. Incluso el cachete es contraproducente. Además, el castigo corporal reitera un ciclo trágico: el del maltratador maltratado. Es decir, el que fue castigado de pequeño va a tener este tipo de comportamientos de mayor".
El especialista explica que algunos padres justifican que pegando se cambia el nivel de conducta del niño, pero "lo modifica de manera momentánea, nada más. El chico se hace más rebelde. El castigo corporal en sí mismo no sirve para nada", concluye Martinón.
El jefe de la UCI Pediátrica muestra también que hay un protocolo a seguir en caso de que se sospeche que un niño ingresado ha sido víctima de maltrato o abusos. "Presentan lesiones físicas equiparables a los accidentes", afirma. Además, "la de­tección del daño psíquico es difícil, pero el físico suele ser, para el educador o el pediatra, detectable, ya que los agresores, tratando de eludir responsabilidades o por su sentido de culpabilidad, acuden con frecuencia a las consultas ambulatorias".
"Los rasgos más habituales que presentan los niños son lesiones externas en diferentes periodos evolutivos; callos óseos o trastornos de comportamiento".

 

 

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