Por: Mario Guzmán Sescosse (@marioguzmans).25 de julio del 2013.Mexico
-“Mamá, ¿por que mi papá nunca está con nosotros y el de mis amigos si?”
-”porque tu papá y yo nos divorciamos”.
Existe un nº creciente de
matrimonios encaminados al divorcio en nuestro país y con ello padres e
hijos que experimentaran considerables consecuencias a su salud mental,
por lo que es necesario que profesionistas, gobernantes y la
sociedad en general volquemos nuestra atención en ello e identifiquemos
las mejores formas de afrontarlo.
Según datos del INEGI, en la década del 2000 tuvimos un crecimiento anual del 1% en el nº de divorcios en todo el país, por lo que para este año estaríamos hablando de casi un 20% de matrimonios terminando en divorcio.
Además entre los años del 2006 y el 2007 el divorcio creció en un 6.5% mientras el matrimonio lo hizo sólo en 1.4%.
Para los progenitores, el divorcio puede ser una dolorosa experiencia que genera depresión, ansiedad, abuso de sustancias, problemas laborales y económicos, problemas sociales y decremento en la salud física.
Esto es especialmente cierto cuando alguno de ellos es impedido de ver a sus hijos.
El panorama para los hijos que pasan por el divorcio de sus padres,
no es alentador.
La media de edad, en los niños, en el momento de la
ruptura está por debajo de los 6 años y tienden a mostrar desajuste
psicológico en áreas como:
una mayor sensación de temor, tristeza y pérdida en la vida
diaria, problemas escolares, irritabilidad, menores habilidades
sociales, mayor tendencia al divorcio en sus propios matrimonios,
infelicidad, ira hacia los padres, conductas regresivas, alteraciones en
el sueño y en el control de esfínteres.
Parece especialmente difícil el procesamiento del divorcio para los hijos varones,
mostrando mayores conflictos escolares e irritabilidad que en el caso
de las mujeres, probablemente se deba a la ausencia de la figura paterna
que en la mayoría de los casos conlleva la separación.
Existen 3 factores que influyen importantemente para que el divorcio sea una causa de conflicto en los niños:
1- la pérdida de uno de los padres,
2- los enfrentamientos entre los
progenitores y
3- la disminución de los progenitores en sus funciones de
paternidad.
Los altos índices de divorcio que hoy experimentamos son reflejo de los cambios culturales que vivimos.
No es una cuestión moral como a los conservadores les gusta pensarlo,
sino una invitación a reinventar la relación entre hombre y mujer
teniendo como objetivo la salud mental de la pareja y la de los hijos.
Evidentemente hay matrimonios en donde mantener el vínculo sería más
dañino que benéfico, me refiero a casos de violencia física y
psicológica hacia la pareja o a los hijos o a progenitores con conductas
de alto riesgo como abuso de alcohol y drogas, negocios ilícitos, o
incluso aquellos que ya no están dispuesta ha amar y a dar cariño a su pareja.
Pero sea cual sea la razón por la que una pareja decida terminar la
relación es apropiado tener en cuenta que un divorcio tranquilo,
negociado y respetando la figura de ambos progenitores será mucho más fácil de procesar tanto para los hijos, como para los progenitores.
Por todo, es necesario que como sociedad asumamos el crecimiento de esta realidad,
que nos quitemos los estigmas sociales y que profesionistas y
gobernantes busquemos estrategias para aumentar la satisfacción en los
matrimonios que ayuden a revertir los índices crecientes de divorcio y
para que aquellos que crucen por el lo puedan hacer con las menores
consecuencias posibles a la salud mental, tanto para los progenitores como para los hijos de estos.
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