La pobreza infantil satura los centros abiertos. La Fedaia critica la falta de recursos y pide más inversión en prevención. El aumento de niños necesitados pone en peligro el plan de inclusión.
Lunes, 17 de septiembre del 2012/HELENA LÓPEZ / Barcelona
El notable incremento de la pobreza infantil, que roza ya el 25% en Barcelona, pone en jaque los procesos de inclusión de los centros abiertos.
La piedra filosofal de estos espacios -a los que los niños de familias pobres o con problemas estructurales graves acuden a diario por las tardes para hacer los deberes, entre muchas otras cosas-, es que deben ser espacios compartidos.
«No se trata de guetos para niños pobres, sino espacios compartidos, en los que participan los niños del barrio, sin distinciones», apunta Sònia Martínez, directora de la Federació d'Entitats d'Atenció i d'Educació a la Infància i Adolescència (Fedaia); pero el hecho de que cada vez haya más niños que necesiten esos espacios --donde, entre otras cosas, se asegura que meriendan-- está llevando a muchos centros a tener que reducir el número de plazas reservadas para el resto de niños.
Ello dificulta la base de su proyecto: la inclusión.
«Cuando la situación es extrema, hay prioridades. No puedes dejar a los niños que lo necesitan fuera. Lo primero es lo primero», explica Martínez, quien subraya que los procesos de inclusión son imprescindibles para romper el círculo de la pobreza y que la clave sigue siendo la prevención.
«Si cuando había recursos se hubiera invertido más en prevención, la embestida de la crisis no hubiera sido tan brutal», mantiene la directora de la Fedaia.
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