En cuanto al divorcio, había pocos países en 1931 en los que no se
hubiera aprobado una ley al respecto: España e Italia eran las 2
principales excepciones en Europa.
Sin embargo, la ley del divorcio
española, cuando por fin fue aprobada (1932), era una de la más
progresistas de las existentes.
Es difícil determinar a ciencia cierta
cuántas personas se acogieron a la ley del divorcio y hasta qué punto
ésta fue popular entre las mujeres.
Probablemente, la mayoría de las
mujeres españolas siguieron obedeciendo a su conciencia católica y
tomaron nota de los sermones y pastorales que les advertían que si se
divorciaban y volvían a casarse, o incluso en el caso de contraer
matrimonio civil, les serían negados los sacramentos y sus hijos serían
considerados ilegítimos por la ley canónica.
A los sacerdotes que
pronunciaban sermones semejantes se les encarcelaba y multaba basándose
en la Ley de Defensa de la República.
La derecha, naturalmente, se
oponía a la ley del divorcio, y los partidos unidos en la Confederación
Española de Derechas Autónomas incluían la revocación de la ley en su
programa.
La ley suscitó muy poco entusiasmo entre la extrema izquierda
por distintos motivos.
Para Jiménez de Asúa, la ley no era más que un pobre paliativo al gran problema de la coyunda, cuya solución real era la libre unión.
El diario anarquista Solidaridad Obrera
despreció la ley por ser una intervención innecesaria del Estado en los
asuntos privados del individuo. Denotaba simplemente que había muchas
personas incapaces de resolver ni siquiera sus problemas más personales
sin la ayuda del cura que los idiotiza y del laico, que hace esto último y… lo primero (6 de diciembre de 1931).
Si el divorcio fue objeto de mucha controversia,...
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