Pocos, pero también víctimas: 32 varones han muerto a manos de su pareja, femenina o masculina, en los últimos 5 años.
Las mujeres condenadas rebajan la pena si sufrieron maltrato.
el pais.com Joaquina Prades
Madrid
10 JUN 2012
Son la excepción que confirma la regla. Pero están ahí.
En los
últimos 5 años, 32 hombres han perdido la vida a manos de sus
parejas, frente a la abrumadora cifra de 335 feminicidios registrados.
Apenas rondan el 9% de esta siniestra estadística.
Y tal vez sea esa la
razón que explica la ausencia de estudios sobre las víctimas masculinas e
incluso una menor ayuda ante su desgracia.
Su ventaja, el hecho de ser
minoría en el extendido mundo del maltrato doméstico, se vuelve en su
contra: el entorno social no les anima a denunciar —de las 130.000
denuncias de media anual el 2% corresponde al varón— y los expertos
recuerdan que para un hombre resulta aún más humillante que para una
mujer reconocer que su pareja le pega, y que le tiene miedo.
¿Es diferente el maltrato en función del sexo de quien lo padece?
¿O
reproduce los mismos roles de sumisión, desprecio y dominación?
Aurelio G., madrileño de 42 años, ha dado permiso a su abogado,
Víctor Martínez Paton, para que relate su caso siempre que la identidad
quede oculta y no se especifiquen su profesión o zona de residencia.
Abogado y cliente comparten el mismo temor: que la esposa acabe con la
vida de Aurelio.
De momento, y en el año que llevan casados —ella es una
fornida deportista y él un hombre enjuto— le ha propinado varias
palizas.
En la última le fracturó la mano, que aún lleva escayolada. Al
vecindario, a los compañeros de trabajo y a los médicos Aurelio les ha
dicho que sufrió una mala caída.
Su silencio, sus mentiras, recuerdan a
los testimonios que cotidianamente relatan las mujeres maltratadas.
“Pobrecita. Si ella es buena y me quiere. Bebe y tiene problemas. Pero
me ha prometido que no me volverá a pegar y yo le creo”, dice Aurelio.
Es, sin distinción de sexo, la terrible justificación de la víctima
hacia un agresor o agresora a quien quiere y teme, y que los
profesionales de los juzgados de violencia de género saben que acabará
inevitablemente en lesiones o muerte.
Aurelio no se atrevió a mentirle a su hermana. Fueron juntos a buscar
a un abogado y después a comisaría.
“En las 6 ó 7 horas que
empleamos en los trámites, la esposa llamó 31 veces al móvil de mi
cliente. Las conté”, comenta el abogado.
“Qué dónde estaba, con quién,
que por qué tardaba tanto, que sus amigos no le gustan...”.
El hombre la
despistó cuanto pudo pero el abogado cuenta que de tanto en tanto le
rechinaban los dientes de puro pánico.
“Cuando se entere de que la he
denunciado me mata, seguro”, lamentaba Aurelio.
Martínez Paton se indigna: “Si Aurelio fuera mujer estaría a salvo en
una casa de acogida, podría ir a juicio sabiendo que no peligra su vida
y no sufriría tanto desamparo”.
Además, este director de un despacho
especializado en maltrato al hombre, aprovecha para recordar otra
discriminación legislativa contraria a su cliente: las constantes
amenazas de muerte que recibe de su pareja serían motivo suficiente para
detenerla.
Pero las amenazas solo constituyen delito si quien las
profiere es hombre.
En caso contrario, están calificadas como falta.
“Así que ahí le tenemos, compartiendo domicilio a la fuerza con su
agresora porque no tiene adónde ir. Y aterrorizado”, dice Paton.
Aurelio no reproduce solo el peligroso cóctel común en las mujeres
maltratadas de “dominación, amor, sumisión y miedo”, sino que, al igual
que cada año hace el 15% de ellas, está empeñado en retirar la denuncia.
Su caso parece la excepción de una situación de por sí excepcional.
El informe del Observatorio de Violencia Doméstica del Consejo General
del Poder Judicial (CGPJ) sobre 2011 revela que fueron asesinadas 61
mujeres y 7 varones, de los cuales dos perdieron la vida a manos de
sus compañeros. Las 5 restantes son mujeres. Estas cifras de muerte
masculina repiten las de 2010, en iguales parámetros: localidades de más
de 500.000 habitantes y con el cuchillo como arma mayoritaria.
La presidenta del Observatorio, Inmaculada Montalbán, está convencida
de que el maltrato doméstico es diferente según el género porque los
hombres, a la hora de matar, “son mucho más violentos”.
El relato del
modus operandi del informe del CGPJ da cuenta de que de los 2 varones
agresores uno se suicidó y el otro casi lo logró tras tirotear a su
novio en un gimnasio de Madrid.
De las 5 agresoras, 1 fue detenida
por el envenenamiento de su pareja, 2 confesaron el crimen nada más
cometerlo; una cuarta llamó a emergencias sin reconocer la autoría y una
última fue detenida tras sufrir un accidente de coche después de haber
incendiado la vivienda con su ex pareja atrapada dentro.
La quinta había
denunciado a su compañero por malos tratos, un factor frecuente en las
sentencias de las homicidas y rebaja considerablemente las penas, pues
el miedo y la defensa propia son atenuantes.
Malos tratos previos es lo que han alegado también las presuntas
autoras de las 2 muertes masculinas ocurridas en lo que va de año
(frente a 20 mujeres asesinadas).
La colombiana Alba Mary se presentó en
abril ante la Guardia Civil de Sant Antony de Portmany (Ibiza)
diciendo: “He cortado el cuello a mi marido”. Lo hizo en el interior del
coche de ambos para repeler, según ella, “la enésima agresión sexual”
que sufría.
En Valladolid, el pasado febrero, Jesús María Canal Fernández, de 30
años, murió a manos de la pareja con la que convivía entre broncas y
peleas.
Canal, transportista de profesión, bajó desangrándose las
escaleras desde el 4º piso de la avenida de Segovia, para desplomarse en
la acera.
La Policía detuvo a Eva López Hernández, administrativa,
actualmente en prisión preventiva. El hecho no pilló de sorpresa a los
vecinos, al tanto de las discusiones frecuentes entre Eva y Jesús, que
se juntaban y separaban de forma habitual.
La mujer había denunciado
telefónicamente a la víctima acusándola de malos tratos, denuncia
archivada al negarse ambos a declarar.
4 meses y medio después del suceso, M., un vecino del edificio
que prefiere ocultar su nombre, recuerda que el día de los hechos
encontró a la víctima hablando con la presunta agresora por el
telefonillo del portal a quien decía, a voz en grito:
“Ábreme, que sé
que te estás metiendo un pico”, informa Francisco Cantalapiedra.
Él había estado en el Proyecto Hombre de Zamora y ella visitaba la
farmacia en busca de Colme, un medicamento para dejar las drogas.
Ambos
bajaban frecuentemente a por jeringuillas.
"Lo siento. Aquí solo atendemos a mujeres"
El primer paso en la rebelión contra el maltrato resulta algo más laboriosa para ellos.Llamada al 016, la línea de atención permanente para víctimas del maltrato. “Lo siento. Aquí solo atendemos a mujeres. Diríjase al 010 y pregunte por servicios sociales”.
En este departamento de la Comunidad de Madrid remiten a los centros de atención social más próximos al domicilio del denunciante.
2 llamadas a los números facilitados quedan sin responder, pese a que el contestador asegura que están operativos de lunes a viernes.
Tras la Ley contra la Violencia de Género se pena más la agresión del hombre a la mujer que a la inversa, una discriminación avalada en 2008 por una minuciosa sentencia el Tribunal Constitucional.
Entre otros argumentos, adujo “razones estadísticas e históricas”.
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