Se
trata de una maniobra en la que uno de los padres dirige, de forma
solapadamente sutil y perversa, a los hijos contra el otro progenitor, sin que
exista una justificación razonable para ello.
Gardner lo delimita como un
desorden que surge casi exclusivamente en los contextos de disputa por la
custodia del hijo, abocando en programaciones que tienen como objetivo central
alienar a un progenitor, haciendo una especie de "lavado de cerebro"
contra el otro progenitor o induciendo a esa alineación mediante una campaña de
desprestigio contra el padre victimizado.
No se trata sólo de un "lavado
de cerebro" de uno de los padres contra el otro: los propios hijos en esa
manipulación, a menudo contribuyen y complementan lo que se ha previsto para la
programación contra el padre-víctima.
Si la maniobra tiene éxito, tal cuadro
puede llegar a crear multitud de trastornos en todos los sujetos implicados .
Esta
entidad clínica fue ampliada por Darnall, al considerar que, en muchos
casos, el padre que desarrolla la campaña de desprestigio hacia el otro
progenitor manipula acontecimientos reales hasta convertirlos en
irreconocibles.
En
cualquiera de estos casos, estas conductas son altamente perjudiciales para los
hijos victimizados, el padre objeto del daño y las relaciones entre ambos,
socavando seriamente la paternidad compartida.
Este
tipo de actuaciones psicopatológicas es habitual en los procesos de separación
o divorcio en los que los padres entablan una intensa lucha por obtener la
custodia de los hijos y también en las disputas que entablan respecto a las
visitas y aspectos relacionados con el litigio en general, como la disolución
de los bienes económicos de la pareja.
Por
la malvada sutileza del proceso, la detección del Síndrome de Alienación
Parental no resulta fácil.
En opinión de Aguilar Cuenca existen una serie
de criterios que ayudan a identificar la instauración de este trastorno en el
proceso de ruptura de la pareja:
a)
que el niño trate al otro padre como a un desconocido, sintiendo su proximidad
como una agresión a su persona;
b)
que existan muestras sin fundamento de desamor hacia el progenitor rechazado,
que se justifican utilizando argumentos basados en situaciones pasadas banales
y en conductas o características protagonizadas por el progenitor rechazado
carentes de toda importancia e incluso absurdas;
c)
que se observen signos de odio total y absoluto hacia el padre rechazado, sin
concesiones, dando muestras los chicos de sentir una adhesión y devoción
incondicionales hacia al progenitor manipulador, al que defiende sin admitir
ningún tipo de razonamiento dirigido en su contra;
d)
que haya claras manifestaciones de una constante desacreditación del padre
alienador hacia el otro progenitor a lo largo del proceso de la separación o el
divorcio, llegando el niño a interiorizar esos argumentos hasta formar parte de
su pensamiento y juicios, resultando chocante los términos que emplea para
referirse a la figura parental atacada, llegando a relatar detalladamente
pasajes que realmente no vivieron o presenciaron; y,
e)
el odio que siente la figura parental anómala y el hijo no sólo está dirigido
hacia la figura desprestigiada, sino a todo el entorno familiar de éste
(abuelos, tíos, primos, etc.), cuando previamente se había tenido con ellos
adecuadas relaciones afectivas.
Según
la intensidad del proceso de alienación, Gardner diferenció 3 tipos
de Síndrome de Alineación Parental: leve, moderado y severo.
(El documento completo en nuestra web www.padresdivorciados.es )
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