domingo, 12 de febrero de 2012

Aspectos sociológicos del divorcio

Tribuna:TRIBUNA LIBRE: Aspectos sociológicos del divorcio
 
domingo, 6 de abril de 1980 lnés Alberdi es abogada, profesora de Sociología de la Familia en la Universidad complutense y Visiting scholar en la Universidad norteamericana, de Georgetown.
La frecuencia del divorcio en la sociedad moderna no puede verse como reflejo de la crisis del matrimonio, sino, por el contrario, como un signo de la gran importancia que el matrimonio ha adquirido. 
El divorcio aumenta porque la mayoría de los individuos son más exigentes en sus demandas de satisfacción matrimonial que lo son en sociedades más tradicionales.
En la actualidad las parejas se divorcian porque, al dar una importancia enorme al matrimonio en su vida, no pueden soportar una relación fracasada. 
Del matrimonio se exige que sea una fuente de satisfacción y de entendimiento mutuo, y si no lo es, se rompe. 

Es evidente que a una pareja que quiera compartir, no sólo la convivencia, sino también las aficiones, las ideas políticas, las creencias, el amor, etcétera, le será mucho más difícil lograr la armonía a lo largo de toda la vida.
Además, al ser libremente asumido, este matrimonio es mucho más inestable. 
El matrimonio acordado por los padres de la pareja lleva a una familia mucho más estable que aquel decidido libremente por el novio y la novia. Es natural que así sea. 

La mujer (o el hombre) que se casa con la persona que le busca su padre, muchas veces sin conocerla de antemano, va tan dispuesta a aceptar el destino, tan resignada a respetar la tradición, que se conformará a lo largo de su vida con lo que se le presente. 
No entrará en sus cálculos la libertad individual y no recurrirá a ella cuando se le planteen conflictos domésticos o extramatrimoniales. 
Seguirá, como lo hizo a la hora de casarse, sujeta a la tradición y a las normas sociales. 
Este matrimonio que nos parece tan disparatado desde nuestra óptica occidental, es una realidad en numerosas sociedades actuales.

Desde este matrimonio forzado y tradicional podemos ir viendo la variación, poco a poco, hasta sociedades donde la libertad individual del contrato civil es total: el matrimonio es un acuerdo voluntario entre 2 individuos que definen sus cláusulas y que igualmente, pueden acordar disolverlo, siempre dentro de los límites de la ley. 
La contradicción en la que ha vivido la sociedad española en los últimos años es que con un tipo de selección individual se iba a un matrimomo de estructura rígidamente definida y sin ninguna solución alternativa al fracaso. 
En España, al matrimonio se iba, como a la guerra, donde incluso los voluntarios, una vez enrolados, no pueden retirarse.

El divorcio civilizado
La situación ideal de ruptura matrimonial sería aquella en la que ambos cónyuges desean divorciarse, llegan a un acuerdo personal sobre los hijos y sobre los bienes y no necesitan ir a pelearse delante de un juez, ni tan siquiera airear públicamente las razones que les han llevado a una decisión tan grave. 
Pero no siempre ocurre así; desgraciadamente, la ruptura va unida muchas veces a tensiones. y desacuerdos sobres los hijos, sobre el modo de repaítir la renta, los bienes e incluso los muebles. 
Por ello se necesita una ley que, aunque contemple el divorcio por mutuo acuerdo, ampare los derechos de ambos cónyuges y una tribuna.

Una ley ha de servir para solucionar el conflicto, no para crearlo, y si no hay culpabilidad no hay que buscarla. 
Las fórmulas de divorcio que determine una futura ley van a ser muy importantes para las parejas que la usen. 
Si la ley exige un culpable y unas pruebas de ello, vamos a ver repetirse ante los tribunales civiles la misma infame representación de acusaciones que se han dado ante los tribunales eclesiásticos. 

Las leyes que recompensan la hostilidad acaban provocándola. 
El juez puede reconocer la culpabilidad cuando aparece en un pleito de divorcio, pero no tiene por qué para concederlo. 
Se necesita una ley que anime a las parejas a negociar, no a pelearse. 
Los pleitos de divorcio deterioran las relaciones de la pareja que se separa y esto no sólo lo sufren ellos, sino también los hijos que esta pareja puede tener en común. 
Cuando, hay hijos, éstos suelen ser los más afectados por la lucha entre los padres. 
Una ley de divorcio ha de servir a la negociación de un matrimonio que se rompe, no para aumentar las hostilidades.

El divorcio en España, aunque es una cuestión que interesa a hombres y mujeres, es un tema fundamentalmente femenino. 
Porque las leyes han beneficiado tradicionalmente el papel domiínante del hombre en la familia y, a la hora del conflicto y de la ruptura, el marido usa de todas las prerrogativas que la ley le concede. 
Un marido español puede vivir al margen de su familia sin acudir al divorcio, y la esposa, no. Por esto muchas mujeres separadas están interesadas en contar rápidamente con una ley de divorcio sensata. 
Los derechos de las mujeres y su situación económica son mucho más vulnerables que los de los hombres y esto tiene que tenerlo en cuenta una ley de divorcio. 
Al contemplar estos aspectos es cuando una ley de divorcio será feminista. 

La situación legal y consuetudinaria de la familia española fa vorece la prepotencia masculina; por eso muchos hombres no se apuran por las reformas, no les va tan mal con las leyes actuales. 
Las Cortes, tan aplastantemente masculinas, no sienten urgencia por las reformas que van, a cambiar el papel social de la mujer y su situación dentro de la familia.
¿Habrá que ser mujer para ser progresista en estos temas? 
En principio, no; pero, en concreto, en una sociedad machista, sí. 
Si lasCórtes tuvieran una composición por sexo algo más equilibradá no habría que hablar tanto de ello, la legislación iría cambiando a un ritmo más rápido.

Con la ruptura del matrimonio te plantean 3 problemas fundamentales: 
1.- la situación afectiva de la pareja, 
2.- la custodia de los hijos y 
3.- la división de los bienes y de la renta. 
Una ley de divorcio no puede evitar estos problemas, pero sí puede ayudar a resolverlos. 

El sufrimiento personal que produce la ruptura matrimonial no hay quien lo evite, pero si se reconoce legal y socialmente. 
la situación de los divorciados se pueden suavizar las tensiones familiares y las situaciones de soledad de los cónyuges y de sus hijos. 
Además, aumentan las posibilidades de establecer nuevas relaciones afectivas estables que pueden ser origen de otras familias. 
Al fin y al cabo, hasta ahora, la solución más popular al divorcio ha sido un nuevo matrimonio.

Una ley de divorcio tiene mucha importancia en cuanto a los hijos y al reparto de los bienes. La ley ha de plantearse con realismo las responsabilidades de ambos cónyuges, entre ellos y con respecto a los hijos. 
Hay que tener en cuenta la situación real de muchas mujeres que han abandonado el mundo laboral al casarse o al tener hijos. 
Las situaciones de ruptura vienen a incidir dramáticamente en las precarias condiciones económicas de muchas mujeres casadas.
Tan solo el 20% de las mujeres casadas trabaja remuneradamente; el resto depende de los ingresos del marido. Esto va a condicionar su postura ante el divorcio. 

Una mujer sin recursos propios acudirá al divorcio en situaciones extremas, y aun en ese caso tiene poca capacidad de maniobra, a no ser que las leyes y los tribunales amparen sus derechos económicos después del divorcio. 
No vamos a defender las pensiones de divorcio a priori; es mejor defender el derecho de las mujeres a una educación integral, a un puesto de trabajo y a una remuneración equivalente a la de sus colegas masculinos. 
Pero esto no es una realidad todavía y por ello, actualmente, las pensiones o alimentos son necesarios dada la situación de hecho de la mayoría de las mujeres casadas que han dedicado su vida a cuidar su casa, críar a sus hijos y ayudar a su marido. 

Las pensiones de divorcio han de tener en cuenta la edad de las mujeres al ocurrir el divorcio y el nº de años que haya durado el matrimonio, pues la capacidad laboral de una mujer está muy condicionada por estos 2 factores. 
En función de ellos se pueden contemplar pensiones temporales durante los años que la mujer se prepara para incorporarse de nuevo al trabajo. 
Además los tribunales han de tener fuerza para hacer efectivas estas pensiones, pues es una realidad que muchas veces no se cobran.

La propuesta de la Coordinadora de Organizaciones Feministas de que el Estado pase una pensión a las divorciadas sin recursos económicos propios es tan disparatada que podría resultar contraproducente su popularización como bandera feminista. 
Una pensión de tal tipo, aunque aliviará la suerte de algunas mujeres, vendria a reforzar la inferioridad social de la mujer. 
Exigir un subsidio legal para las divorciadas equivale a reconocer como aceptable que las mujeres no pueden valerse por sí mismas, que necesitan un hombre que las ampare y que cuando éste se va acuden al Estado para buscar la protección. 

La ley de divorcio ha de tener en cuenta la situación económica de la pareja y las posibilidades laborales de ambos, pero dejar a los maridos abandonar el matrimonio con la alegría de que el Estado proveerá es una solución moralmente inaceptable y económicamente inviable. 
La mujer y el marido son responsables mutuamente de la familia y esta responsabilidad no puede acabarse en forma de ruptura; el acuerdo económico es fundamental aún en familias con recursos muy escasos. 
Respecto a sus propuestas laborales igual, hay que conseguir la formación profesional de la mujer, pero no sólo de la divorciada; todas las mujeres tienen derecho a un puesto de trabajo y no hay que esperar a divorciarse para conseguirlo. 

En cuanto a los hijos, preferir siempre la custodia materna es injusto y tiene 2 aspectos contradictorios. 
Por una parte, beneficia a las mujeres, pues, en la mayoría de las separaciones, tanto el padre como la madre desean quedarse con los hijos. 
Pero, por otra parte, tener a los hijos puede ser una carga que impida que la mujer divorciada encuentre nuevas oportunidades de trabajo, de relaciones sociales, de participación política, etcétera. 
Entregar siempre los hijos a la mujer viene a reforzar el estereotipo femenino que asigna a las mujeres la maternidad como único fin de su vida y en función de este rol les niega la participación igualitaria en la vida social
En esto, discriminar siempre en favor de las mujeres puede volverse en contra de ellas.

La futura ley del divorcio
El nº de matrimonios separados en España es muy reducido, si lo comparamos con otros países europeos, pero el aumento de separaciones es enorme apartir de 1965. 
Representando gráficamente tan sólo las causas de separación y nulidad introducidas ante los tribunales eclesiásticos, la curva se hace exponencial a partir de 1970. 
Por ello es importante que se acelere la ley del divorcio, porque el problema existe.

Desde un punto de vista social, el aspecto más importante de la futura ley es la repercusión que el divorcio pueda tener en la institución familiar, su utilidad eÍn términos de bienestar familiar. 
La no existencia del divorcio es destructiva para la familia. Pues al no existir ninguna salida posible al conflicto y al fracaso, los individuos enfocan el matrimonio con fatalismo, desconfiando de sus propios recursos para cambiar y mejorar sus relaciones familiares.

La mejor ley de divorcio será la que ayude a suavizar la ruptura, es decir, la que favorezca la negociación y la reconstitución de la familia. 
Para ello,el mejor caminó es no dejarse guiar tan sólo por criterios legales y analizar también las consecuencias familiares de las modalidades del divorcio. 
Los tribunales han de ser el último recurso, necesario cuando no haya acuerdo entre las partes. 
Se podría pensar también en soluciones intermedias entre el acuerdo mutuo de la pareja y el litigio ante los tribunales. 
Unos tribunales civiles que entiendan de los asuntos familiares sin dejarse guiar únicamente por el concepto del cónyuge culpable y que planteen un procedimiento sencillo de tal forma que no discriminen a aquellos que tienen menos recursos económicos, pueden ser los más acuánimes en sus decisiones y favorecer mejor el bienestar de los hijos y de la pareja disuelta.

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