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Lola López Mondéjar:El mito del amor maternal es una invención masculina
Lola López Mondéjar.Psicóloga, psicoanalista y escritora.
Un mito griego, el de Medea, y un terrible hecho real, el de la parricida de Santomera, le sirven de base a Lola López Mondéjar para derribar tópicos en una novela, "Mi amor desgraciado", que reivindica que la mujer debe ser, ante todo, mujer, y amar siempre sin prescindir de ella misma.
SUSANA GOLF. VALENCIA.Levante-EMV. 09.11.2010
Hace 8 años, el pueblo murciano de Santomera se dio de bruces con el horror: una mujer había estrangulado a sus 2 hijos de 6 y 4 años con el cable del teléfono.
En la tragedia griega, Medea mata a sus hijos tras ser abandonada por Jasón.
¿Qué pasa por la cabeza de una madre capaz de un acto así?
Desde este extremo brutal, Lola López Mondéjar (Murcia, 1958) reflexiona en "Mi amor desgraciado" (Siruela) sobre "uno de los últimos mitos que perviven en Occidente": el amor incondicional y abnegado de madre.
La semana que viene presenta la obra en Alicante.Una novela muy dura...
Sí, bueno, muy dura, pero he hecho un esfuerzo para que resulte elegante.
Usted se atreve a hablar de madres que no quieren a sus hijos por encima de todo, pero de ahí a acabar con su vida...
Hélène es un personaje extremo, una mujer que no consigue ser madre, no lo desea, los tiene para dárselos al marido.
Entonces ¿el amor maternal no es incondicional e innato?
El amor maternal como mito, sin mancha, no existe, está mal difundido. Es una invención masculina. Cayeron mitos, religiones, esferas celestes, pero el del amor maternal es el último mito del que no queremos desprendernos.
¿Ha utilizado su experiencia en la consulta para escribir la historia?
Hay muchas cosas. Hay ficción, hay recortes de prensa, hay rasgos sacados de ahí, cómo se arreglaba ella para ir al juicio porque quería seguir seduciendo al marido...
Pero no conozco a nadie como Hélène.
Sí he hallado en mis pacientes quizá la sumisión sexual, la mujer que se somete por ejemplo a hacer tríos cuando no le gusta.
Las protagonistas son dos mujeres, Hélène y su contraste, una mujer innominada. ¿No tiene nombre porque somos todas nosotras?
Sí. No es posible identificarse con Hélène, porque produce un gran rechazo. La conocemos a través de la otra mujer que la observa, que suaviza el impacto.
A pesar de sus diferencias y de los distintos finales, se adivinan sin embargo cosas en común.
Las diferencias de grado son las que importan. Ella comprende el rechazo, abandona a su familia, pero lo vive en otro grado.
Dice, citando a Medea, que no se mata por odio, sino por amor desgraciado. ¿No es odio lo que lleva a matar?
Ella no odia a sus hijos, es al sentirse sola, abandonada por el marido cuando busca su identidad en el odio. Ella lo dice: odiando soy más inteligente. Porque es una mujer sin identidad y de una dependencia amorosa extrema.
¿Cómo ser mujer, amante, profesional y madre a la vez?
La clave es integrar, articular. Vivir la maternidad sin el imperativo de género del amor maternal. La paternidad no es tan exigente.
Al final, la otra mujer se redime y se reconcilia con su papel de madre. ¿Vuelve al principio?
Se reencuentra, pero sin esa entrega absoluta. La novela es una crítica a la sumisión al otro, sean hijos, padres o maridos. Hay una pérdida de subjetividad en la mujer y este es un canto al reencuentro con ella. La mujer también tiene derecho a no querer sin más a sus hijos o a sus padres, depende de las vicisitudes de la relación.
Eso es muy difícil de asumir.Porque nos llena de culpa.
Se ha querido naturalizar el amor, pero no es un amor natural que todas tenemos que sentir, está sujeto al tiempo y lo que hagamos como hijos.
Se ha querido construir una experiencia biológica de algo que no lo es.
¿Entonces?
Amor sí, pero sin prescindir de uno mismo. La crisis económica está volviendo a naturalizar el amor maternal y la vuelta de la mujer al hogar, a cuidar la casa y los hijos.
Y la liga de la lactancia está priorizando la relación con el bebé y culpabilizando a la mujer que quiere volver al trabajo. También hay pediatras con discursos coercitivos para la mujer.
En la novela las grandes protagonistas son las mujeres, en sus decisiones pero también en sus errores y culpas ¿es que los hombres no la tienen?
Sí, pero quería que fuesen personajes secundarios. El opresor nunca va a cerder su colonia. Somos nosotras las que tenemos que luchar contra la sumisión y, como decía Camus, resistir.
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