http://www.arcadiespada.es/2010/10/30/30-de-octubre/
Diarios de Arcadi Espada:
30 de Octubre, Querido J:
Apunta que disparo.
El alcalde de Valladolid alude a los «morritos» de la nueva ministra Pajín, que dice que le hacen pensar en una cosa. Los socialistas piden su dimisión.
En su barra de twitter, el escritor Pérez-Reverte se burla de las lágrimas de despedida del ministro Moratinos, asegurando que no tiene huevos. Los socialistas lo acusan de crueldad.
La prensa socialdemócrata descubre en un libro de conversaciones con Albert Boadella que Sánchez Dragó dice haber sido trajinado por dos niñas de 13 años, en Japón, hace 4 décadas.
Los socialistas piden que se le despida de Telemadrid, donde dirige un programa de literatura.
El Congreso decide la prohibición de los llamados «juegos sexistas» en el patio del recreo de los colegios públicos y concertados. A propuesta del Grupo Socialista.
Todo esto ha sucedido en los últimos días en España.
Te parecerá que el protagonista común de los incidentes es el Partido Socialista.
Sí, pero secundario.
El protagonista importante es el mujerío, básicamente alojado en la izquierda, pero no sólo en ella. Un creciente energumenismo que, en suprema pirueta, pretende hacerse pasar por corrección y tolerancia.
El objetivo fundamental del mujerío es el de todo grupo: blindarse individualmente ante el reproche con la bandera del colectivo. Nada distinto a lo que hace el nacionalismo.
De este modo, cualquier reproche a una mujer adquiere plusvalía, convirtiéndose en un reproche a todas las mujeres.
Sin que, obviamente, las mujeres hayan sido preguntadas respecto a la corrección moral y técnica de la sinécdoque.
Los 4 sucesos coinciden además en una retaguadia fundamental: la violencia.
El mujerío aparece siempre con el dedo índice levantado: y cuidadín que ya sabes a qué lleva todo esto.
Tanto el alcalde de Valladolid como los juegos en el patio se interpretan como eslabones de una cadena que culmina en el maltrato y en el asesinato.
La magnitud beocia del abuso se explica muy bien con esta analogía.
En España se suicida cada día una media de 9 personas: 6 son varones.
La estadística del suicidio (y ese desequilibrio de sexos) incomoda sobremanera al mujerío. Primero porque no deja de ser extraño que las víctimas permanentes de la Historia y del presente no decidan quitarse de en medio con el triple de asiduidad que los hombres: debe de ser por una emocionante responsabilidad ante la especie.
Y segundo, porque indica que el comportamiento violento de los hombres no tiene un solo objetivo, femenino: la primera víctima del hombre, en efecto, es el hombre mismo.
No he visto jamás que la indiscutible vulnerabilidad masculina haya sido objeto de planes específicos e incluso de ministerios; pero, sobre todo, no he visto que haya sido invocada cuando una mujer menosprecia a un hombre (¡ten cuidado que se suicida!) o cuando se prohíbe jugar a médicos y enfermeras en el patio.
Es cierto, además, que muchos hombres presentan (¡armas!) una vulnerabilidad específica: cualquier mujer que se les cruza es objeto, inmediatamente, de una serie de especulaciones profundas que pueden resumirse en: «¿Me la tiraría o no me la tiraría?».
Recuerdo un póster de mi juventud que mostraba una cabeza de hombre, bajo una leyenda escrita en francés que decía: «¿En qué piensa el hombre?»
La respuesta estaba en la raya del peinado de aquella cabecita calenturienta, que mostraba la estilizada silueta de una mujer, desnuda por supuesto.
Creo que el asunto afecta a una gran cantidad de hombres, y desde luego a mí.
Esta característica biológica del varón es francamente molesta, no desaparece (aunque se transforma) con la edad y debe mantenerse a raya por razones civilizatorias, de aprecio personal, e incluso higiénicas.
Y es probable que sea el origen de las afirmaciones del alcalde de Valladolid, que manifiesta su desprecio político e intelectual a la nueva ministra de Justicia, pero no abdica de su desgraciada condición viril: esto es la de pensarla, como a todas, en términos sexuales.
Es posible que esto pueda ofender a algunas mujeres, aunque no sé muy bien por qué.
Pero al que ofende, sin duda, es al propio alcalde, al exhibir la naturaleza tan escasamente exigente de su propio deseo. Estúpido varón al fin, capaz de humillarse ante cualquier carreta.
De ahí que la respuesta que mejor merezca ese alcalde no sea la del rugiente colectivo: «¡Dimisión!» Sino la muy personal y punzante: «¡Patético viejo verde!»
Muy precisa, además, cuando se observa que una característica del viejo es el descontrol.
Un hombre no puede utilizar el sexo como argumento retórico y ni siquiera como broma, si no le dan permiso para ello.
Fíjate en esto del permiso, porque es importante: pocos meses antes del incidente de Valladolid el músico Wyoming le hizo una broma sexual a Leire Pajín.
Si el alcalde había jugado con su aspecto, el músico lo hizo con su apellido: estrategias las 2 poco recomendables.
«¿Tu apellido quiere decir masturbito?», le preguntó a través de una sagaz reportera.
Pajín rió y le dijo a la reportera que a Wyoming sí le permitía la broma. Es una respuesta cabal.
Las personas que no nos han sido presentadas no deben tener ni cara ni culo; y ese es el error inmoral que cometió el alcalde, obligado a hablar sólo de la ministra y a eludir la forma de sus labios y las baratas connotaciones del apellido.
Pero si un hombre no puede, las mujeres tampoco. Y ésta es una de las intolerables contradicciones del mujerío. No logro recordar quién me dijo o dónde leí que las mujeres utilizan el sexo constantemente en la vida social y profesional, pero se ofenden si se les recuerda.
Es exacto. Y el problema, naturalmente, es que su utilización tampoco respeta las presentaciones.
Desde luego es lo que merecen unos tipos decadentes que están pensando siempre en lo mismo. ¡Motivos es lo que merecen! Pero al igual que hay justicia en que ello pase no hay tampoco duda de que pasa.
La discusión sobre el burka y otros tapados siempre orilla una incómoda vertiente para el mujerío: la evidencia de que la sanción islámica anula la gran ventaja evolutiva de las mujeres de utilizar su sexo como instrumento de poder.
Cuando una mujer utiliza el sexo para prosperar perversamente en la vida y llegar a donde no llega su competencia, confunde los papeles a la manera del alcalde de Valladolid; o sea, confunde hombre y ministro.
Yo creo que ha llegado la hora de decirle a las mujeres «¡Y tú más!», que es lo que dice el que, incapacitado para dominar la corrupción propia, sólo le queda el recurso de exhibir la ajena. Mucho más cuando la ajena tiene ese carácter inaprensible, demoníaco, sutil, ¡ohhh!, tan eternamente femenino.
Envejezco. Me descontrolo como la libido del alcalde de Valladolid y el lacrimal del ministro Moratinos. O sea que necesitaré otra semana.
Sigue con salud
A.
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