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LA DIFÍCIL SALIDA DEL TÚNEL DE LA VIOLENCIA SEXISTA:Denunciar no es tan fácil
Los lazos emocionales, la dependencia económica y el miedo a un revés judicial paralizan a las víctimas de maltrato machista.
Recuperar la autoestima es clave
Miércoles, 9 de junio del 2010.FIDEL MASREAL.BARCELONA
Solo quien conoce los problemas de forma directa sabe que, a menudo, las soluciones no son ni fáciles ni rápidas.
Es el caso de Mari Cruz Lera, que coordina el servicio de apoyo a víctimas de violencia sexista en la Fundació Surt, y de Sonia Moragrega, responsable del área de atención a las mujeres de esa entidad.
A la pregunta de por qué tan solo 5 de las 32 mujeres asesinadas en lo que va de año habían denunciado a su agresor, la respuesta de Lera es contundente:
«La denuncia es una de las herramientas, pero no acaba con el problema; al contrario, significa iniciar un largo proceso emocional».
Y añade: «Denunciar de golpe, sin una labor previa, no sirve de nada».
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Varios son los motivos por los que las propias víctimas a menudo son reacias a llevar su caso ante la justicia.
Según explica Moragrega, una de las causas es que «les frena la idea de que sus maridos puedan ir a la cárcel».
Otro factor a tener en cuenta, según Mari Cruz, es algo que, aunque básico, conviene no perder de vista: «En algunos casos, no identifican los abusos que están sufriendo».
A ello hay que añadir el factor económico, de peso creciente en tiempos de crisis.
Se trata en estos casos de mujeres que carecen de ingresos propios y que, por tanto, tienen dependencia del compañero maltratador.
Pero hay más. Por ejemplo, el desconocimiento de las herramientas de que pueden echar mano. «Piensan que la violencia psicológica no es constitutiva de delito, o bien que no las creerán», afirma Lera.
Vinculado a esto se encuentra el miedo a que la sentencia judicial no sea condenatoria.
Temor y falta de recursos
Sonia Moragrega apunta otro freno:
«Las noticias en las que se explica que una mujer ha sido víctima mortal de violencia machista tras haber denunciado a su pareja generan un mensaje muy negativo para aquellas que se lo están planteando».
A eso hay que incorporar otro temor: la falta de recursos específicos para que la mujer encuentre apoyo en forma de vivienda o trabajo para dar un paso que, obviamente, las obligará a independizarse.
Sonia y Mari Cruz solicitan a las administraciones que adapten más sus planes de ayuda y flexibilicen las condiciones de acceso, especialmente para facilitar viviendas en las que la víctima no tenga que compartir espacio con otras mujeres maltratadas.
Para las responsables del área de la mujer de la Fundació Surt, la denuncia no es más que la punta de un enorme iceberg de medidas pendientes.
Lo primero es detectar los casos a través del taller de prevención por el que pasan todas las mujeres que reciben inserción laboral en el centro.
A partir de ahí comienza un largo proceso de apoyo terapéutico de información sobre los recursos legales, laborales y sociales existentes.
Todo para deshacer los nudos psicológicos que atenazan a la víctima.
El trabajo es de fondo, porque requiere que la mujer «recupere todos los estadios de su vida», explica Sonia.
En muchos casos «se dan cuenta de que hace muchos años que sufren esta violencia», explica Mari Cruz.
Ambas describen un retorcido y cruel proceso en el que la violencia psicológica precede a la física. «Si has preparado el terreno controlándola, haciendo que tenga baja la autoestima, que crea que no puede hacer nada sin ti, cuando llega la violencia física la mujer duda e incluso se siente culpable», explica Lera.
Para subrayar la importancia de este tipo de maltrato, Lera sostiene que «muchas mujeres preferirían una bofetada a la violencia psicológica sufrida».
Motivación, poder y rol
Por ello, el trabajo de Surt se basa en «la autoestima, la motivación, la capacidad de negociación, la gestión de los roles, el ejercicio del poder por parte de las mujeres», indica Moragrega.
Sonia y Mari Cruz quieren lanzar un mensaje de esperanza y que conste en acta que en muchos casos se consigue que las mujeres salgan del túnel.
En otros, no se ven suficientemente fuertes y abandonan las sesiones.
A veces, la terapia consigue al menos que mujeres maduras con una larga relación de pareja consigan «poner límites, liberarse del control y, sin llegar a romper la pareja, hacer una vida independiente», se felicita Lera.
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