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EL RINCÓN DEL PEDIATRA: «Mis papás se han divorciado»
FERNANDO GARCÍA-SALA VIGUER 20.03.2010
El divorcio es una realidad palpable en nuestra sociedad con cifras cada vez más altas, siendo ya una situación cotidiana en las familias.
Desde el punto de vista social y biológico, la familia juega un papel importantísimo para que los hijos alcancen un desarrollo afectivo y social adecuado, por ello, la figura del padre y de la madre son fundamentales para el niño y cuando falta uno, por el motivo que sea, el que queda debe de doblar sus esfuerzos para compensar las posibles carencias del hijo.
Sin embargo, en caso de divorcio, los 2 progenitores están presentes pero en diferentes dimensiones y situaciones, se ha dividido la familia y todas las consecuencias que ello conlleva:
1.- los niños viven una situación no elegida por ellos y
2.- en muchos casos son moneda de cabio de las miserias, desavenencias y rencores acumulados por los padres.
En nuestra sociedad, la madre se suele quedar más desamparada en esta situación siendo por estadística el padre el que rehace su vida con otra pareja, siendo la mujer la que en muchos casos se aísla por la mayor responsabilidad de educar a su hijo ella sola ya que el padre suele jugar un papel secundario al tener normalmente ella la guardia y custodia del niño lo que hace que lo disfrute la mayor parte del tiempo, restringiendo su vida social y las posibilidades de una nueva pareja que en muchos casos se verá limitada por la carga familiar que tiene que aportar a esa nueva relación.
Por ello, es fundamental que ambos cumplan las obligaciones aceptadas para el cuidado de sus hijos con el tiempo acordado de disfrute de la compañía del menor o regímenes de visita estipulado y las contraprestaciones económicas pactadas.
Tanto uno como otro deben de ser partícipes del desarrollo de sus hijos en todos los ámbitos acudiendo a cuantas actividades sean requeridos y manteniendo una línea educativa común para evitarles problemas de identidad, inseguridad y autoestima.
Cuando un niño se enfrenta a un divorcio de sus padres existen tres fases muy definidas a lo largo del tiempo.
La primera fase o fase aguda suele durar 2 años en ella observamos una conducta negativa en los hijos ya que por un lado tienen que aceptar la separación de sus padres y deben de iniciar una relación diferentes con sus progenitores lo que les crea gran ansiedad.
Perder la disponibilidad inmediata de ambos progenitores les crea gran angustia y en muchos casos manifiestan miedos por pensar que el progenitor al que ha sido confiado se vaya también.
Pasados los 2 primeros años, entramos en una fase de transformación en la que deben aceptar un hogar mono parental, se suele conseguir el equilibrio ya que la fase de discusiones y descalificaciones entre los padres suele haber desaparecido, siendo fundamental en esta fase el acercamiento y el intento de cooperación de los progenitores al haber pasado tiempo de las desavenencias y entrar en una fase de mejor relación entre ellos.
Pero muchas veces esta situación idílica no existe y las desavenencias se prolongan persistiendo las peleas a través de los hijos o por artilugios legales lo que consigue en muchos casos que el niño tome parte por uno o por otro que es lo que se conoce como el 'síndrome de alineación parental'.
Por último tenemos la fase posdivorcio en la que se suele alcanzar una estabilidad relativa ya que en muchos casos se suelen enfrentar a 2 familias estructuradas.
Muchos chicos lo llevan bien pero en otros casos la situación puede ser muy difícil lo que hace que nada más puedan se independicen y se vayan a vivir solos o con amigos para terminar con esa situación que les ha sobrevenido sin haberla buscado.
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