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HIJOS DE PADRES DIVORCIADOS
Sofía Montoya
Una de las dificultades más serias que pueden presentarse durante la disolución del matrimonio ocurre cuando los padres sitúan a sus hijos en medio del conflicto.
La consecuencia de ello es que la capacidad de los pequeños para entablar relaciones sólidas será notablemente afectada.
Existen dos verdades en torno al divorcio que no debemos olvidar.
La primera es que se trata de un evento en el que no suelen existir ganadores, y la segunda es que así como sus causas no se encuentra en el momento de la separación, sino en el pasado de la vida de la pareja, es innegable que sus efectos no se detienen con la ruptura del lazo matrimonial, sino que se extienden hacia el futuro.
Más aún, es importante señalar que este suceso no sólo afecta a la pareja, sino también sus hijos, obligándolos a enfrentar situaciones inesperadas y a reaprender nuevas formas de relacionarse con la sociedad en general.
Problema frecuente.
Desafortunadamente, los cónyuges en conflicto suelen utilizar a sus descendientes para atacarse uno al otro, lo que los daña, asusta y confunde. Ello se traduce en:
Aparición de problemas emocionales como ansiedad, depresión o terror nocturno (pesadillas).
Mal aprovechamiento escolar.
Indisciplina y problemas de convivencia.
Baja autoestima.
Además, los chicos que se encuentran como árbitros del enojo de sus padres probablemente se convertirán en individuos enojados, inseguros y “a la defensiva”, cuyas relaciones sentimentales en el futuro pueden fracasar.
Así, el trabajo que corresponde desempeñar a los padres es ayudar a los pequeños en el difícil proceso de la separación, y para ello es posible encontrar opciones que orienten su opinión, como la terapia psicológica.
Es trascendental permitir que los chicos expresen sus sentimientos, pero no se debe dejar que manipulen la situación.
Simplemente, cada uno de los padres debe darle justo valor a lo que los menores sienten y compartir con ellos los sentimientos de tristeza, temor al abandono e inseguridad que las separaciones provocan.
También resulta fundamental no consentir a los hijos ni dejar que hagan su voluntad, a fin de que los progenitores encuentren alivio a sus sentimientos de culpa.
Cabe señalar que algunos niños tienden a guardarse todos sus sentimientos negativos para adoptar la posición de protectores de sus padres, pues piensan que éstos se encuentran en situación tan vulnerable que es mejor no molestarlos con sus problemas, asumiendo, por tanto, una madurez prematura que no les corresponde.
Otro caso común es el de aquellos niños de padres divorciados que se enferman como expresión de su sentimiento de desamparo.
En tal caso, será fundamental que se les enseñe que deben valorar y desarrollar su independencia, mientras los padres resuelven sus conflictos.
Una vez que se concrete la separación es importante que los infantes no viajen con excesiva frecuencia de la casa de uno de sus padres a la otra, ya que mantener una sola residencia les permitirá desarrollar su identidad.
Asimismo, es necesario respetar su derecho de amar a ambos padres sin importar las diferencias que existan entre ellos, pues deben comprender que hay problemas que sólo corresponden a la pareja y que ello no tiene que ver con el amor que merecen recibir.
En todo caso, es importante señalar que no es ideal suspender el divorcio “para evitar problemas a los hijos” en caso de que la relación de pareja no tenga solución a la vista.
Si los niños están viviendo situaciones de peleas constantes, discusiones o maltrato, será más beneficioso para ellos que sus padres se separen. Se ha comprobado que los pequeños sufren más en aquellas situaciones en que los padres son infelices juntos, que cuando deciden vivir separados.
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