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La separación de la pareja una vez cumplidos los sesenta años es un fenómeno cada vez más extendido en la sociedad actual.
Aprender a superarlo.
Decidir que la mejor solución para el futuro es romper un vínculo afectivo de larga duración es un paso muy duro que, según indica Roberto Delgado, "suelen dar las mujeres, menos propensas que los hombres a aguantar una convivencia que les resulta insoportable".
La decisión es más sencilla cuando existe una amplia red de familiares o amigos que los apoya, si la situación económica es buena y cuando los hijos entienden la postura de sus padres.
Aun así, un divorcio es una situación traumática y para demostrarlo nada más palpable que los datos estadísticos de Estados Unidos, donde más del 50% de los pacientes sometidos a tratamiento psicológico necesita la ayuda del especialista por problemas matrimoniales y un 60% de los divorciados acude a psicoterapia antes, durante o después de la ruptura.
Tras una separación la autoestima se ve profundamente afectada, señala el psicólogo zaragozano, a lo que hay que añadir la angustia que provoca la soledad, ya que sólo a raíz de la separación son conscientes de la dependencia emocional de la pareja, una corriente emocional que persiste por muy desagradable que haya sido la relación.
En el caso de las personas mayores esta situación se agudiza, ya que el tiempo que han permanecido unidos es mucho mayor que en parejas jóvenes que se separan pronto y en las que el vínculo emocional es más fuerte.
Además, como recuerda Roberto Delgado, el círculo de amistades y familiares de una persona mayor suele ser más reducido que el de una persona joven, "bien sea porque muchos han fallecido o porque los han ido dejando a un lado conforme se cubrían distintas etapas de la vida".
A pesar de las dificultades, los expertos aseguran que tras un período de duelo que oscila entre los 6 meses y el año, las personas mayores son capaces de superar este trance.
¿Pero cómo hacerlo? No existen fórmulas mágicas.
Los psicólogos consultados subrayan que la receta es la misma que para quienes se divorcian a edades más tempranas:
Recordar que la responsabilidad de un fracaso matrimonial nunca es de una sola persona.
Reconocer que el paso que se ha dado era inevitable, aunque hubiera sido preferible que las circunstancias fueran distintas y que no llegara a producirse.
Tener en cuenta que un fracaso sentimental no es un fracaso personal. Hay que ser optimistas y darse cuenta de que la vida sigue y que puede reservar muchas sorpresas.
Tratar de mirar hacia el futuro, sin recrearse en recordar el pasado, ni para añorar lo bueno, ni para guardar rencor por lo malo.
Convencerse de que los defectos de la pareja con la que se ha roto y los problemas que han llevado a la ruptura no son extensibles al resto de hombres y mujeres. Es la única manera de poder rehacer la vida sentimental.
Intentar ser activos y tener proyectos, como viajes ......
Estas pautas ayudan a superar el trauma de la separación a ambos miembros de la pareja, pero no hay que olvidar que muchas de ellas tienen hijos a los que una ruptura tardía también incumbe de modo especial.
¿Hasta qué punto puede afectar a unos hijos que ya están en la edad adulta?
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