domingo, 14 de noviembre de 2010

La madrastra de Blancanieves y Rodriguez Zapatero

http://www.laprovincia.es/articulos/2010/09/27/madrastra-blancanieves/324984.html

DESVIACIONES: LA MADRASTRA DE BLANCANIEVES


JAVIER DURÁN.Lunes 27 de septiembre de 2010   
No hay nada más aburrido que escribir de una huelga general sin que haya sucedido.
Lo memorable es hacerlo después, cuando el presidente envía a la vicepresidenta (o lo dice él) para resaltar a los participantes que ha captado el mensaje.
En el caso que nos ocupa, lo trágico es que Zapatero entienda que no hay motivos para preocuparse y que todo debe seguir igual.
Sea o no un éxito (¡olvidémonos por una vez de la cantidad!) lo importante es hacer examen de conciencia, que a veces viene bien la espiritualidad.

María Ángeles López de Celis, secretaria de siempre en Moncloa, acaba de publicar un libro sobre su experiencia con Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar y el que padecemos.
Pues de él, de ZP, señala: "Ha entrado más bien en el síndrome de la madrastra de Blancanieves. Se mira al espejo y se pregunta, o, mejor, afirma directamente, que él es lo mejor que le ha pasado a España en su historia reciente".


El mesianismo, que llega aunque no se quiera, es creer que el camino es único, y que en dicha unicidad están puestas las esperanzas para resolver el problema.
El agotamiento de la marca socialdemócrata (Suecia acaba de lanzar su último grito) por la acuciante realidad económica exige una reinvención, no sólo para liberarnos de la crisis, sino también para poner distancia de los experimentos fascistas que tratan de hacer su agosto en río revuelto.
El déficit público renquea a la hora de tapar el agujero de la alta tasa de parados, pero lo peor está por venir: ¿cuál va ser el futuro de toda una generación que abarrota los centros escolares y las universidades, y que se pregunta sobre la razón de tanta preparación a la vista del desastre del mercado laboral?
Hemos llegado al absurdo de que hasta un buen currículum es más un obstáculo que una ventaja para encontrar trabajo.


La monarquía francesa acabó bajo las botas de la revolución por su incapacidad para entender qué llevaba al pueblo a protestar ante la puerta de Versalles.
Todavía me acuerdo cuando aquel 20-J el portavoz de Aznar, Pío Cabanillas, se levantó por la mañana y minimizó la huelga general por la televisión pública.
El gesto más otros de raigambre altanera, de todos conocidos, convirtieron al presidente popular en papilla sociológica: acabó en la oposición porque las urnas hablaron.

A veces no es tan importante la dimensión que alcance la convocatoria de los sindicatos, sino la propia respuesta del Gobierno.
Sería un error interpretar un fracaso del 29-S como un refrendo de la sociedad a la política del Gobierno.
Los trabajadores pueden hasta ser solidarios con la necesidad de recortes, y como consecuencia de ello no ir a la huelga para no crear más dificultades al sistema productivo, pero ello no significa, en caso alguno, que no pidan un cambio sustancial en la forma de llevar la crisis.


La huelga general, para desgracia de los socialistas, corre el peligro de convertirse en un espejismo.
Las antiguas conjeturas que daban la victoria o la derrota, según el número de manifestantes, devienen ahora en antiguallas.
La pérdida de fe en el sindicalismo, su agonía militante, no lo hace un sujeto eficaz para el llamamiento a secundar la protesta masiva, más bien lo contrario: indiferencia.

Pero el escepticismo que ronda a los sindicatos no puede llevar a los gobernantes a la conclusión de que dicha desmovilización es sinónimo de complacencia.
El ministro Blanco podrá salir al día siguiente del 29-S y levantar la banderilla del triunfo con la no paralización del Estado gracias a unos servicios mínimos de diseño.
Pero sería una caída en el reduccionismo o en el abrazo férreo de esa madre de Blancanieves.

La insatisfacción social va más allá de ir o no a una huelga general.
La crisis económica ha abierto una brecha muy honda, y retorcerse de placer al ver que el 29-S quedó sin gloria es no querer atisbar, entre otras cosas, que un fenómeno se extiende como una mancha: ya no son los perjudicados por una subida del recibo de la luz, por la desaparición de un subsidio social, por un despido por el ERE de una fábrica, por una reducción del sueldo en la administración pública...
No, realmente se ven como víctimas de un proceso de especulación voraz, saqueador, que ha tenido como cómplice al sistema financiero, y cuyo atolladero se trata de resolver a costa, precisamente, de quienes no lo provocaron.


Las consecuencias del malestar no se pueden medir con la participación o no en la huelga general. ¿Cómo será el castigo?
Todo depende de que la madre de Blancanieves se coloque ante el espejo y empiece a darse cuenta de que los españoles le exigen cambios para la mayoría social.
En todo caso, siempre quedan las urnas para ver la respuesta.
A lo largo y ancho de Europa la socialdemocracia pierde espacio por ser incapaz de afrontar con voluntad las derivaciones del enriquecimiento subversivo, y lo peor es que con la caída reaparecen vendedores de jarabes con todo tipo de elixires peligrosos.

No hay comentarios: