jueves, 1 de abril de 2010

Miguel Lorente Acosta pierde el horizonte de la igualdad

http://www.diariodesevilla.es/opinion/detail.php?id=663972#opi

La tribuna: Los negros que no amaban a las mujeres.

Miguel Lorente Acosta 27.03.2010
Se imaginan un libro con un título como el anterior?, ¿y se imaginan qué se hubiera escrito a raíz del desarrollo de medidas para acabar con la discriminación racista que han sufrido a lo largo de la historia las personas con un color diferente al caucasiano?
¿E imaginan que los argumentos para haberlo hecho fueran que ya hay hombres y mujeres de raza negra en todos los ámbitos profesionales y que si ellos han llegado cualquiera puede hacerlo, que hay negros que discriminan y agreden a blancos o que la legislación recoge que no se pueden establecer diferencias basadas en la raza de las personas?

Sería inaceptable por la inconsistencia del argumento, por la incoherencia histórica y por la promoción explícita del racismo que llevarían esas manifestaciones.
Y si resulta inaceptable, más aún lo sería que los razonamientos se difundieran como producto de una reflexión aparentemente intelectual.
Pero, más aún, sería vergonzoso que esos blancos se presentaran como víctimas ante las políticas y las medidas dirigidas a acabar con la situación de desigualdad histórica basada en la pertenencia a un grupo étnico y al color de la piel.

Ahora toca acabar con los privilegios basados en el sexo, que, aunque duela o moleste, han estado en el lado de los hombres, y la reacción no ha tardado en aparecer.
Las políticas y medidas para conseguirlo se pueden criticar o, simplemente, no compartir, eso no es problema y resulta positivo en una democracia, lo que no es admisible es la manipulación para evitar alcanzar el objetivo democrático.

Y lo que ahora se está produciendo es una manipulación basada en dos grandes estrategias.
Por un lado, se hacen interpretaciones interesadas de la información y datos existentes, para desvirtuar los argumentos y luego decir que los estudios institucionales e internacionales son producto de un "complot o conspiración de género", y que no se admite la discrepancia.

En segundo lugar, lo que se hace es mezclarlo todo para que la idea de conspiración parezca más real y para confundir sobre el significado de lo que cada acción pretende conseguir, circunstancia que se aprecia al poner dentro del mismo cajón argumental las cuestiones relacionadas con violencia de género, la custodia compartida, las ayudas laborales o de formación para corregir la desigualdad…

El planteamiento es simple: si nada cambia, todo sigue igual.
Es el posmachismo, la nueva estrategia para conseguir mantener la desigualdad.
Para el posmachismo el avance de la igualdad es "ingeniería social"; sin embargo, la construcción de la desigualdad ha sido "orden natural"; el estudio sobre la desigualdad y la promoción de la igualdad es adoctrinamiento, mientras que mantener y transmitir las ideas tradicionales es educación; el feminismo, que busca la igualdad de hombres y mujeres, es como el machismo que la ha negado y, en consecuencia, mejorar las oportunidades de las mujeres es atacar las de los hombres.

Esta situación demuestra una "actitud paranoica paradójica", puesto que cuando se habla de maltratadores sienten que la referencia es común a cualquier hombre, pero cuando se habla de igualdad piensan que sólo se refiere a las mujeres.
Es triste reconocerlo, pero todavía hoy no se ha alcanzado la igualdad entre hombres y mujeres, y en pleno siglo XXI las mujeres siguen sufriendo violencia normalizada, minimizada, justificada, ¡negada!,… cobran menos por el mismo trabajo, asumen el trabajo asalariado sin abandonar el doméstico, padecen más pobreza, son tratadas, esclavizadas y explotadas sexualmente para que hombres puedan utilizarlas, humillarlas, maltratarlas y violarlas… ???????????

Aunque parece que todo eso no existe para el posmachismo, que sólo ve un "ataque del feminismo contra los hombres", como si acabar con todo ello eso no fuera una cuestión de justicia, dignidad y de derechos humanos, y como si quienes históricamente han reivindicado y luchado por ello no merecieran el reconocimiento de la sociedad que se beneficia de sus logros.

No se puede poner el contador de la desigualdad a cero como si nada hubiera ocurrido y como si lo ocurrido no tuviera un significado, aún son muchas las consecuencias de la desigualdad y, lo más importante, todavía no está interiorizado el valor de la igualdad como una de las referencias sobre las que articular la convivencia en la sociedad y las relaciones entre hombres y mujeres.
Ponerlo a cero sería continuar con el lastre de la desigualdad y mantener la deuda con la igualdad.
La cuestión que surge es si debemos admitirlo y si una sociedad democrática, con independencia de las críticas y discrepancias, puede poner en el mismo plano los argumentos sexistas, racistas o discriminatorios en general, con los que promueven los derechos humanos.
Yo, sinceramente, creo que no.

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